Poemas de: Salvador Díaz Mirón

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ÍNDICE
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A GLORIA

OJOS VERDES A UN PESCADOR
RIMAS ASONANCIAS
MUDANZA DONES FATÍDICOS
DESEOS A MARGARITA
DEA LA CANCIÓN DEL PAJE
AVERNUS PAQUITO
BEATUS ILLE PINCELADAS
A UNA ARAUCARIA A UN JORNALERO
AUDACIA A LA SEÑORITA SOFÍA MARTINEZ
A LA SEÑORITA JULIA ZÁRATE IN HOC SIGNO
ENTRE DOS LENTES ÓPALO


A GLORIA

No intentes convencerme de torpeza
con los delirios de tu mente loca:
mi razón es al par luz y firmeza,
firmeza y luz como el cristal de roca.

Semejante al nocturno peregrino,
mi esperanza inmortal no mira el suelo;
no viendo más que sombra en el camino,
sólo contempla el esplendor del cielo.

Vanas son las imágenes que entraña
tu espíritu infantil, santuario oscuro.
Tu numen, como el oro en la montaña,
es virginal y, por lo mismo, impuro.

A través de este vórtice que crispa,
y ávido de brillar, vuelo o me arrastro,
oruga enamorada de una chispa
o águila seducida por un astro.

Inútil es que con tenaz murmullo
exageres el lance en que me enredo:
yo soy altivo, y el que alienta orgullo
lleva un broquel impenetrable al miedo.

Fiando en el instinto que me empuja,
desprecio los peligros que señalas.
"El ave canta aunque la rama cruja:
como que sabe lo que son sus alas."

Erguido bajo el golpe en la porfía,
me siento superior a la victoria.
Tengo fe en mí; la adversidad podría,
quitarme el triunfo, pero no la gloria.

¡Deja que me persigan los abyectos!
¡Quiero atraer la envidia aunque me abrume!
La flor en que se posan los insectos
es rica de matiz y de perfume.

El mal es el teatro en cuyo foro
la virtud, esa trágica, descuella;
es la sibila de palabra de oro,
la sombra que hace resaltar la estrella.

¡Alumbrar es arder! ¡Estro encendido
será el fuego voraz que me consuma!
La perla brota del molusco herido
y Venus nace de la amarga espuma.

Los claros timbres de que estoy ufano
han de salir de la calumnia ilesos.
Hay plumajes que cruzan el pantano
y no se manchan... ¡Mi plumaje es de esos!

¡Fuerza es que sufra mi pasión! La palma
crece en la orilla que el oleaje azota.
El mérito es el náufrago del alma:
¡vivo, se hunde; pero muerto, flota!

¡Depón el ceño y que tu voz me arrulle!
¡Consuela el corazón del que te ama!
¡Dios dijo al agua del torrente: bulle!;
¡y al río de la margen: embalsama!

Confórmate, mujer! Hemos venido
a este valle de lágrimas que abate,
tú, como la paloma, para el nido,
y yo, como el león, para el combate.

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OJOS VERDES

Ojos que nunca me veis,
por recelo o por decoro,
ojos de esmeralda y oro,
fuerza es que me contempléis;
quiero que me consoléis
hermosos ojos que adoro;
¡estoy triste y os imploro
puesta en tierra la rodilla!
¡Piedad para el que se humilla,
ojos de esmeralda y oro!

Ojos en que reverbera
la estrella crepuscular,
ojos verdes como el mar,
como el mar por la ribera,
ojos de lumbre hechicera
que ignoráis lo que es llorar,
¡glorificad mi penar!
¡No me desoléis así!
¡Tened compasión de mí!
¡Ojos verdes como el mar!

Ojos cuyo amor anhelo
porque alegra cuanto alcanza,
ojos color de esperanza,
con lejanías de cielo:
ojos que a través del velo
radian bienaventuranza,
mi alma a vosotros se lanza
en alas de la embriaguez,
miradme una sola vez,
ojos color de esperanza.

Cese ya vuestro desvío,
ojos que me dais congojas;
ojos con aspecto de hojas
empapadas de rocío.
Húmedo esplendor de río
que por esquivo me enojas.
Luz que la del sol sonrojas
y cuyos toques son besos,
derrámate en mí por esos
ojos con aspecto de hojas. 

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A UN PESCADOR

En buen esquife tu afán madruga,
el firmamento luce arrebol;
grata la linfa no tiene arruga;
la blanca vela roba en su fuga
visos dorados al nuevo sol.

Pero prorrumpes en canturía
que inculta y tosca mueve a llorar;
oigo la ingenua melancolía
¡del que inseguro del pan del día
surca y arrostra pérfido mar!

Tímida y mustia por los recelos
tu mujercita dirá: -Señor,
une las aguas, limpia los cielos;
cuida y conduce, por los chicuelos,
¡la navecilla del pescador!

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RIMAS

El día con su manto
de vívidos colores,
inspira cosas dulces:
la risa y la ilusión.
Entonces la mirada
se inclina hacia las flores...
Las flores son los versos
¡que el prado canta al sol!

La noche con su sombra,
que deja ardientes rastros,
inspira cosas graves:
la angustia y la oración.
Entonces la mirada
se eleva hacia los astros...
Los astros son los versos
¡que el cielo canta a Dios!

Qué pliegue su ala de oro
la tarde en el vacío;
que pasen por mi mente
las ondas del Cedrón;
que caiga de la nube
la gota de rocío;
¡que radien las estrellas,
que trine el ruiseñor!

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ASONANCIAS

Sabedlo, soberanos y vasallos,
próceres y mendigos:
nadie tendrá derecho a lo superfluo
mientras alguien carezca de lo estricto.

Lo que llamamos caridad y ahora
es sólo un móvil íntimo,
será en un porvenir lejano o próximo
el resultado del deber escrito.

Y la Equidad se sentará en el trono
de que huya el Egoísmo,
y a la ley del embudo, que hoy impera,
sucederá la ley del equilibrio.


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MUDANZA

Ayer, el cielo azul, la mar en calma
y el sol ignipotente y cremesino,
y muchas ilusiones en mi alma
y flores por doquier en mi camino.

Mi vida toda júbilos y encantos,
mi pecho rebosando de pureza,
mi carmen pleno de perfume y cantos
y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

Ayer, la inspiración rica y galana
llenando mi cerebro de fulgores;
y tú, sonriente y dulce en tu ventana,
hablándome de dichas y de amores.

Ayer, cuanto era luz y poesía:
las albas puras y las tardes bellas
henchidas de sutil melancolía,
y las noches pletóricas de estrellas...

Y hoy... la sombra y el ansia del desierto,
perdida la esperanza, y la creencia,
y el amor en tu espíritu ya muerto,
y sembrada de espinas la existencia.

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DONES FATIDICOS

Palma, no te enorgullezcas
de superar en altura
a los laureles y almendros
sobre cuyas copas triunfas.
La tempestad se avecina,
y cuando el rayo fulgura,
las frentes menos enhiestas
son las que están más seguras.

No te ensoberbezcas, rosa,
porque brillas y perfumas,
y en el jardín y en el prado
reinas, excedes y ofuscas.
Esmalte y aroma en flores
son signos de desventura...
Manos vendrán que te arranquen
o insectos que te destruyan.

Dulce planta de la selva,
cantor que esponjas la pluma
y abres el pico y exhalas
chorros de perlas de música.
No te envanezca el gorjeo,
calla: los hombres lo escuchan,
y trinos aprestan redes
al ave que los modula.

Tierra, no envidies al astro
que te calienta y fecunda,
y que surgente o occiduo
prodiga el oro y la púrpura.
Tamaña magnificencia
nace de inmensa tortura...
El resplandor de un incendio
¡te vivifica y alumbra!

Cuán caro pagas, espíritu,
¡el nimbo que te circunda!
Tener ingenio y renombre
es tu verdadera culpa.
De rencores a tu gloria
es cómplice la fortuna,
y pereces lapidado
con montañas de imposturas.

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DESEOS

Yo quisiera salvar esa distancia
ese abismo fatal que nos divide,
y embriagarme de amor con la fragancia
mística y pura que tu ser despide.

Yo quisiera ser uno de los lazos
con que decoras tus radiantes sienes;
yo quisiera en el cielo de tus brazos
beber la gloria que en los labios tienes.

Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
que en mis olas vinieras a bañarte,
para poder, como lo sueño a solas,
¡a un mismo tiempo por doquier besarte!

Yo quisiera ser lino y en tu lecho,
allá en la sombra, con ardor cubrirte,
temblar con los temblores de tu pecho
¡y morir de placer al comprimirte!

Oh, yo quisiera mucho mas! Quisiera
llevarte en mi como la nube al fuego,
mas no como la nube en su carrera
¡para estallar y separarse luego!

Yo quisiera en mi mismo confundirte,
confundirte en mi mismo y entrañarte;
yo quisiera en perfume convertirte,
¡convertirte en perfume y aspirarte!

Aspirarte en un soplo como esencia,
y unir a mis latidos tus latidos,
y unir a mi existencia tu existencia,
¡y unir a mis sentidos tus sentidos!

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A MARGARITA

Qué radiosa es tu faz blanca y tranquila
¡bajo el dosel de tu melena blonda!
Qué abismo tan profundo tu pupila,
¡pérfida y azulada como la onda!

El fulgor soñoliento que destella
en tus ojos donde hay siempre un reproche
viene cual la mirada de la estrella
de un cielo ennegrecido por la noche.

Tu rojo labio en que la abeja sacia
su sed de miel, de aroma y embeleso,
ha sido modelada por la gracia
más para la oración que para el beso.

Tu voz que ora es aguda y ora grave,
llena de gratitud suena en mi oído
como el saludo arrullador del ave
al sol naciente que despierta el nido.

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DEA

Recio y amplio edificio, que no brilla
Por la elegancia y el primor del arte.
Fue convento y capilla
Y es hospital. Elévase a la orilla
Del mar, hacia la parte
De Oriente, por la cual hay un baluarte,-
De dos que duran a evocar memoria
De antiguos tiempos de tumulto y gloria.

Junto a ríspida rampa de granito,
Roña de ruinas y despojos muerde
Restos de la muralla de circuito,
Que son postrer vestigio que se pierde;
Y entre la playa bruna y el amparo
De los pacientes míseros, un clavo
Borda en rústico alarde alfombra verde.*

Al Norte, recta y espaciosa vía,
Que a un lado y otro del arroyo cría
Y a despecho del régimen propaga
Mantos de zacatillo y verdolaga;
Y que a un extremo y a cerrar el fondo
Tiene un médano gris, enhiesto y mondo.

Al Sur, y herboso como inculto predio,
Un parquecillo ruin en cuyo medio
Un zócalo mezquino espera en vano,
Con una obstinación que infunde tedio,
La estatua de un grande hombre mexicano.

He ahí mi asilo y el contorno. -Cruda
Flegmasía me atrajo de mazmorra
A celda en que perezco de modorra
Y que, quizás por imitarme, suda.
Compasivo guardián que imparte ayuda;
Y cuando halla ocasión, me da permiso
De visitar un rato el paraíso.
Y a frescos y desnudos corredores,
Que rodean un cuadro un patiezuelo,
Salgo a ver sonreír frondas y flores,
Ya mostrar a la fe de mis dolores
Un pedacito del azul del cielo.
Y de gracia mi espíritu se viste;
Y entonces me pregunto si la suerte
Hará otra miel como la paz del fuerte
Y otro esplendor como el placer del triste.

Holgábame una vez en tal encanto;
Y una moza, con rostro del delirio,
Pasó, blanca y derecha como un cirio,
Lírica y turbadora como un canto,
Odorífera y prócer como un lirio.
Parecía ilusión de la mirada.
Iba con paso cadencioso y lento,
Y alba ropa de lino almidonada,
Y un susurro de risa en enramada,
Y cual fuego la crin volando al viento.
Era de tarde, por abril que adoro,
Y en un silencio perturbado apenas;
Y efluvios de azahares y azucenas
Desleían al sol ámbar en oro.

Quedáme absorto y lúgubre. Sufría
Présaga desazón. - ¡Oh imagen pía!
Ancha y tersa la frente sin pecado,
Helénica nariz, boca de fresa,
Zarco el ojo de antílope asustado,
Elación y decoro de princesa
Y un secreto de angustia en un nublado:
¡asi te llevo en el sensorio impresa!

Costumbre de inquirir, sabia y notoria,
A la que rindo y pagaré tributo,
Movióme a interrogar. Y oí una historia.
¿A quién? A un servidor del instituto,
a un cubano feraz en viles tretas,
a un practicante crapuloso y pigre,
a un mancebo de sórdidas chancletas,
facha de orangután, gesto de tigre.
Pero atended. -Su relación incluye
Un imán de rumor de agua que fluye.

"La doncella gentil se llama Dea.
Su padre, Juan Falot, vino de zuavo;
Y aqui, como en Italia y en Crimea,
Ganó prez en las lides como bravo.
Herido y preso en Camarón, no pudo
Seguir, camino a Francia, el regimiento;
Y ya en salud y en libertad, a rudo
Trabajo demandó noble sustento.
Cansado de labrar, y con su ahorro,
Adquirióse un tenducho y un ventorro.
Y casó con la reina del poblacho,
Una mujer de singular trapío,
Modesta y cauta sin ficción ni empacho,
Y enemiga mortal de todo lío.
Y los meses corrieron; y la esposa
Engordaba, soñando con querubes;
Y una chica nació sana y hermosa,
Con un cutis de pétalos de rosa
Y un olor como de astros y de nubes."

"Qué suplicio el del parto! ¡Cuál estreno!
Fruto de humano amor cumple lo escrito:
No se desgaja sin romper un seno
Y no respira sin lanzar un grito!
Fausto auroral surgió del horizonte;
Y a la sangrienta luz que despuntaba,
Y en el aroma del cercano monte,
Y en las perlas de un trino de sisonte,
¡ay! La madre infeliz agonizaba.
Por hemorragia sucumbió al puerperio.
El cadáver cayó bajo el imperio
De la Química, numen de las cosas,
Y es en el más humilde cementerio
Polvo siempre fecundo en tuberosas.
Pero alma de valer, limpia y cristiana,
Yergue aliento que nunca se consume;
Y aquélla se fue a Dios, como un perfume,
Disuelta en el carmín de la mañana."

"El pobre viudo encaneció en un día.
¡Cuán tierno y delicado a la pequeña
el que antes, por su indúctil ardentía,
resultaba feroz bajo la enseña!
Arrapiezo el "bebe", y en la dulzura
Del mismo, y al alcance de la mano,
Campó sin probar gota de amargura.
¡Frágil y bullidor, lindo y ufano
colibrí del vergel de la ventura!
Su aspecto de pictórico angelito,
Su inventiva, su charla, su despejo,
Aliviaban con bálsamo exquisito
El ulcerado corazón del viejo."

"¡Precoz muchacha! Con presteza suma
se adiestraba en su hogar, según crecía;
y llegó con el medro de la espuma
a la núbil y sacra lozanía.
Y en gusto y dignidad honró penates,
Y en cuidar su conducta puso esmero;
Y escuchando episodios de combates,
Retempló su virtud como un acero.
Jamás anduvo en triscas de festines;
Y sola con sus caras aficiones,
Vivió en intimidad con sus jazmines
Y hablábase de tú con sus gorriones.
Su pensamiento, si salvaba el muro,
Era de fijo en el espacio, allende,
Como el soplo sutil, cimero y puro
Que por alto pinar vibra y trasciende".

Al estro el narrador detuvo el giro,
Y luego continuó, tras un suspiro.
"Al destino la dicha es una injuria
y el oasis un tósigo al desierto.
El anciano "enfermó" de albuminuria
Y con la virgen trasladóse al puerto.
Arriba está. Malísimo, por cierto,
Y de congoja convertido en furia.
La bella y santa joven, - que reside
No lejos, en unión de unas beatas-,
Acude con frecuencia y lo decide
A someterse a pócimas y natas.
Y bebe horrible hiel en vasta copa;
Y con firme palabra y sin misterio,,
Dice que pronto marchará a Europa
A gemir su orfandad a un monasterio.
Musca jerga y nevada muselina
Ofrecen a la mártir hechicera
Disfraz de prodigiosa golondrina,
Palma en inmarcesible primavera".

Veracruz. Hospital de San Sebastián. Mayo
De 1900.

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LA CANCION DEL PAJE

Tan abierta de brazos como de piernas,
Tocas el harpa y ludes madera y oro.
Dejo al mueble la plaza por el decoro,
Y contemplo caricias a hurgarme tiernas.

A tu ardor me figuras y subalternas
En la intención del alma que bien exploro,
Y en el roce del cuerpo con el sonoro
Y opulento artefacto que mal gobiernas.

Y tanto me convidas, que ya me infiernas;
Y refrenado y mudo finjo que ignoro,
Para que si hay ultraje no lo disciernas.

Por fiel a un noble amigo pierdo un tesoro...
Tan abierta de brazos como de piernas,
Tocas el harpa y ludes madera y oro.

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AVERNUS

El recio astur, que se reputa
Claro y puro y tenaz como un diamante;
Y ella una montañesa, -diminuta
Como todo primor-, suelta y picante.

Y en una quiebra, convertida en huerto,
Habitan, por azares, un casucho,
Con un mozo andaluz, guapo, despierto,
Y en corromper a las labriegas ducho.

El marido es feliz. Tiene por Norte
El propio ensueño en la fortuna extraña:
Conservar el amor de la consorte,
Y con él y un caudal volver a España.

¡Oh ilusión, rica y tenue como un halo!
Eres gracia y piedad y no ironía.
El dios propicio, que sucumbe al malo,
Te insufla, porque brega todavía!

¡Espantoso el temblor, que de improviso
cambia el curso a las linfas, y despeña
la roca y el alud, y agrieta el piso,
y torna el pobre hogar montón de leña!

El campesino acude; y en acento
Que al mismo pedernal abriera estría,
Arroja como un dardo el firmamento
Un nombre de mujer: el de María.

¡Luto y desolación! ¡Ruina y tortura!
-El mísero patán busca y remueve;
y, tras larga faena, se figura
que percibe un albor como de nieve.

Escombra con afán y se aproxima...
¡Y ve dos cuerpos cual de mate y yeso,
desnudos, enlazados, uno encima
del otro, muertos en la flor del beso!

El Poniente descoge su escarlata;
Y, como signos de crudeza y lloro,
Selene muestra su segur de plata
Y Véspero su lágrima de oro.

* * *
¡Desdichado Ginés! Odia la vida,
y arma la diestra con agudo acero...
¿En dónde los despojos del suicida
En sepulcro sin cruz y sin letrero.

En fosa que la grama disimula,
Al pie de un árbol que resulta emblema,
Pues parece un dolor que gesticula
En una contorsión brusca y suprema.

Del zafio, cuya forma ya no existe,
El espíritu aun es; - y con sus celos,
Igualmente inexhaustos, vaga triste
Y colérico y solo por los cielos.

Y con voz de retumbo de caverna
Lanza en la sombra, pavoroso grito:
"¡Maldición para el alma, por eterna,
¡ay! Porque su tormento es infinito!"

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PAQUITO

Cubierto de jiras,
Al ábrego hirsutas
Al par que las mechas
Crecidas y rubias,
El pobre chiquillo
Se postra en la tumba:
Y en voz de sollozos
Revienta y murmura:
"Mamá, soy Paquito;
No haré travesuras."

Y un cielo impasible
Despliega su curva.

"¡Que bien que me acuerdo!
La tarde de lluvia;
Las velas grandotas
Que olían a curas;
Y tú en aquel catre
Tan tiesa, tan muda,
Tan fría, tan seria,
Así tan rechula!
"Mamá, soy Paquito;
No haré travesuras."

Y un cielo impasible
Despliega su curva.

"Buscando comida,
revuelvo basura.
Si pido limosna,
La gente me insulta,
Me agarra la oreja,
Me dice granuja,
Y escapo con miedo
De que haya denuncia.
"Mamá, soy Paquito;
No haré travesuras."

Y un cielo impasible
Despliega su curva.

"Los otros muchachos
se ríen, se burlan,
se meten conmigo,
y a poco me acusan
de pleito al gendarme
que viene a la bulla;
y todo, porque ando
con tiras y sucias.
"Mamá, soy Paquito;
No haré travesuras."

Y un cielo impasible
Despliega su curva.

"Me acuesto en rincones
solito y a obscuras.
De noche, ya sabes,
Los ruidos me asustan.
Los perros divisan
Espantos y aúllan.
Las ratas me muerden,
Las piedras me punzan...
"Mamá, soy Paquito;
No haré travesuras."

Y un cielo impasible
Despliega su curva.

"Papá no me quiere.
Está donde juzga
Y riñe a los hombres
Que tienen la culpa.
Si voy a buscarlo,
Él bota la pluma,
Se pone muy bravo,
Me ofrece una tunda.
"Mamá, soy Paquito;
No haré travesuras."

Y un cielo impasible
Despliega su curva.

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BEATUS ILLE...


¡Oh paz agreste! ¡Cuánto
a quien se acoge a ti brindas provecho!
¡Con qué divino encanto
llenas de olvido el pecho
¡ay! A torturas y a furores hecho!

De la cándida oveja
Que a sombra trisca en hondonada bruna,
O la cabra bermeja
Que asoma en alta duna
Su hocico rojo de carmín de tuna,

Ubre sana y henchida
Regala el apetito, aquí no escaso,
Con leche que, bebida,
Vale a dormir al raso
Y deja untado y azuloso el vaso.

¡Mesa digna de un justo
¡Oh Gay! La tuya, que de carne y vino
te guarda exento el gusto,
y no a perder el tino
es ocasión, ni a víctimas destino!

Égloga virgiliana
Abre y radica en tu heredad el seno,
Y de tu boca mana
En trasunto sereno
Y con almíbar oloroso a heno.

Antigua prez no humilla
Claro vestigio a torpe muchedumbre:
Él en tu ingenio brilla,
Como postrera lumbre
De occiduo sol, en levantada cumbre.

¡Plácidos los que orean
mi frente, que a baldón opone orgullo,
hálitos que menean
las frondas con murmullo
grato al reposo, cual materno arrullo!

Mas no Favonio engríe
El délfico laurel. Zozobras calma,
Y susurrando ríe
De la ceñida palma,
Con un desprecio que perfuma el alma!

¡Oh paz agreste! ¡Cuánto
a quien se acoge a ti brindas provecho!
¡Con que divino encanto
llenas de olvido el pecho
¡ay! A torturas y a furores hecho!

A la culta o salvaje
Corriente del vivir marcas y ahondas
Recto y seguro encaje,
Que por arenas blondas
Al mar la lleva en sosegadas ondas.

Sobre anónima huesa
Árbol piadoso y tétrico derrumba
"guirnalda que le pesa",
pompa que treme y zumba
y caricia y plañido es a la tumba.

La madre tierra es leve
Al cadáver que allí se desmorona,
Que sólo a un sauce debe,
En los palmos que abona,
Copioso llanto y liberal corona.

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PINCELADAS

I
Pardas o grises, donde no musgosas,
Tres tapias; y cuadrando el vergelillo,
Reja oculta en verdor florido en rosas,
Que son como de un ámbar amarillo.

Césped. Un pozo con brocal de piedra,
Lirios, Nardos, Jazmines, Heliotropos.
Un copudo laurel que al sesgo medra,
Con telarañas como grandes gropos.

Un firmamento rubio. Vésper brilla,
A manera de lágrima que brota
Y que creciente único se orilla
Para efundir o evaporar su gota.

Bien lejos, y en un arco de horizonte,
Rica y negral vegetación abunda;
Y descediendo los pliegues de tal monte,
Y en símbolo de tierra tan fecunda,

Volcán enhiesto y cónico alardea,
Como en robusta madre teta erguida
Que se vierte de tímida y albea
¡Medio empapada en su licor de vida!

II

Como tenue labor, hecha con vaga
Nieve ideal por manos de chicuelos,
Y que lenta fusión merma y estraga
En la sublime curva de los cielos.

Un trasunto se borra en una nube:
El de un ángel monstruoso por deforme.
Gloria. Silencio. Paz. La Luna sube
Del término del mar, flave y enorme.

Asciende y disminuye y palidece;
Y en el cerco irisado que la enviste
Como de sacra majestad, parece
La cabeza de un dios enfermo y triste.

Y su místico imán turba la calma
Y prende un ala torpe al grave anhelo,
Y suscita en el ponto y en el alma
Ciego y estéril ímpetu de vuelo.

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A UNA ARAUCARIA

¡Bien hayas, himno verde, que sublimas
en estrelladas y soberbias rimas
triunfante numen, y a cantar animas!

En la punta prolífica y derecha
De tu plumada y elegante flecha,
Mirlo garrulador plañe una endecha

Y abro el ala parnáside, y al crudo
Viento del agrio Cofre la sacudo,
Y con bárbara trova te saludo.

Corvas uñas, que amagan como en rabos
De incógnitos a mí reptiles bravos,
Echas por hojas en alternos cabos.

Y si la llama del rencor me ciñe
Corazón y laúd, la nota riñe
Y el verso es garra que la sangre tiñe.

¡Cuán peregrina con tus frondas nuevas!
Imán y encanto a las miradas pruebas
En las guirnaldas que a las nubes llevas.

Extraño soy también, y más atraigo
Con prez que ostento y con baldón que raigo,
Y de mayor encumbramiento caigo.

A mirífica lumbre te abandonas
E iridiscentes lágrimas temblonas
Adiamantan y emperlan tus coronas.

Y ardo en estro de amor, y no hay rocío
Como el que cubre las que a Dios envío
Ansias de que me cure el ángel mío.

¡En ti mi nombre que grabé se mezca!
¡Tal vez lo guardarás de que perezca!
¡Sólo así podrá ser que dure y crezca!

Xalapa. Septiembre de 1896.

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UN JORNALERO

Lírica gracia exorna y ennoblece
¡oh proletario! Tu mansión mezquina:
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina.

Sospechoso el tugurio no parece,
Cuando hay en él, como señal divina,
El tiesto con la planta que florece,
La jaula con el pájaro que trina.

¡Lúgubre la morada que guarece
miseria que no luce, por mohína,
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina.!

¡Siniestro el pobre que de hogar carece,
o a su triste refugio no destina
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina.!

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¡AUDACIA!

Basta de timidez. La gloria esquiva
Al que por miedo elude la pelea
Y con suspiros lánguidos rastrea,
Acogido a la sombra de la oliva.

Sólo una tempestad brusca y altiva
Encumbra la pasión y la marea,
¡Y en empinados vórtices pasea
El abismo de abajo en el de arriba!

¡Oh rebelde¡ ¡Conquista la presea;
goza de la hermosura inebriativa
y horror a los demás tu dicha sea!

Arrostra por la gracia la diatriba,
¡Y en empinados vórtices pasea
El abismo de abajo en el de arriba!

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A LA SEÑORITA SOFIA MARTINEZ

Traigo por la cadena un bello tigre hircano
Que a tu neurosis, harta de júbilos de miel,
Inspira un acre gusto: el de pasar la mano
Por la incitante felpa de la vistosa piel.

Felino que figura el estro a que sonríes,
El numen que me alienta, gallardo y fiero al par
Y que gruñendo lame tus breves borceguíes,
Cual por el flujo a veces en la ribera el mar!

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A LA SEÑORITA JULIA ZARATE

En la Venus de Médicis el arte
Previó cuanto hay en ti, menos la túnica.
Irreprochable desnudez imparte
Al mármol gracia vencedora y única.

No te des al acaso. Dios no envía
La suprema beldad a cualquier gusto.
¡La manda para ser en la porfía
botín al fuerte y galardón al justo!

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IN HOC SIGNO...
(Canción para mi hija Rosa.)

Cautivo un gorrión estaba,
Y de un astro se prendó;
Y en su música decía:
"Llegue a ti mi dulce voz."

Por azar, o por astucia,
El pajarillo escapó;
Y al cielo se fue trinando
"Alas tengo y libre soy."

Y el ave a la rica estrella
Pudo subir, y cantó:
"Ni cadenas ni distancias
vedan triunfos al amor."

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ENTRE DOS LENTES
(En un establecimiento fotográfico)

Bruno el sombrero que a lucir campea
Con alto moño y superior plumaje.
Faz que vela su olímpico linaje
Y que de negro el tul raya y puntea.

Azabache tejido el noble traje;
Y al cuello en un listón rica presea:
Adamantino aljófar que chispea
En dos aros que intrincan maridaje.

Al pecho y relumbrando en el ropaje,
Áurica soga. La beldad ladea
El torso; mas no elude mi espionaje.

Y con gesto hermosísimo florea
Faz que vela su olímpico linaje
¡Y que de negro el tul raya y puntea!

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ÓPALO

A la vieja necrópolis me arrimo;
y en el tumulto del desborde rimo
la postrera canción,
no conforme a la Lógica y al Arte,
sino según el verso brinca y parte
¡del mismo corazón!

Así surgida de la oculta vena
el agua pura se levanta y suena
en curva de cristal;
y al extremar la iridiscente ojiva,
toca en tierra y se alarga fugitiva,
¡caprichosa y triunfal!

¡Cuál voy! El hombre labra su fortuna,
como el río su cauce; mas la cuna
y el medio siempre son
árbitros ¡Ay! Para las dos corrientes,
pues que dan a las linfas y a las gentes
¡impulso y dirección!

Si resulté raudal turbio de cieno
y espumante de cólera en un trueno,
en un fragor de alud,
la margen verdeció, y un espejismo
puso en mí, como prez, el otro abismo:
¡el de la excelsitud!

Entro. ¡-Hierbas y nichos y pendientes:
ponto con arrecifes rompientes-!
Alzo del polvo un lar:
un caracol cuyo tortuoso hueco
reproduce al oído, como un eco,
¡el murmullo del mar!

Ando en maleza vil donde no hay ruta;
y el temor a una víbora me inmuta,
cuando aventuro el pie.
-Una virtud suprema y exquisita
baja del firmamento y precipita
¡la zozobra en la fe!

Lleno de la esperanza de la gloria,
y arrostrando la inquina, y en la escoria,
fuelvo al éter la faz,
miro esplender la eternidad del cielo,
y reporto a mis lágrimas consuelo
¡y a mis enconos paz!

Mi espíritu de bronce con acíbar
se torna cera que desprende almíbar.
D'Annunzio dice bien:
la sazón lleva plácido atributo,
y dulcifica el alma, como el fruto,
¡aunque mina el sostén!

Con los jaspes del ónix mexicano
la tarde brilla en el inmenso vano,
en la veste de Ormuz;
y el pobre y aflictivo cementerio
refleja en su abandono y su misterio
¡la policroma luz!

Un adiós, hecho turba de colores,
como el de triste madre suelto en flores
a muerto chiquitín,
radia en el dombo, que prepara luto
y luminaria, por el sol hirsuto
¡que cayó en el confín!

Al rincón venerable llego al cabo.
Hurgo la herida con el propio clavo,
memoro trance cruel;
y ante un espectro gemebundo y bronco,
reclino intenso afán en firme tronco
¡de cercano laurel!

Trepadora vivaz orna la tumba,
que el estrago del tiempo se derrumba,
exenta de inscripción;
y en la cruz una ráfaga menea
follaje que parece que chorrea
¡lastimero festón!

Laúd solemne, sensitivo y pulcro,
enmudeció a la orilla del sepulcro
que atesta olvido tal...
a ti mi libro fiel ¡Oh poesía,
honrada solamente por la mía
y la de un vegetal!

Y a vos dama gentil, soberbia y dura,
que guardáis en desdén y en hermosura
¡un cadáver de amor!
planto y riego distinta enredadera
para que gane cumbre más severa
¡ídolo superior!

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