Poesía de:
Eliseo Diego

ÍNDICE
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TESTAMENTO  VOY A NOMBRAR LAS COSAS
VERSIONES CALMA
COMIENZA UN LUNES  DAGUERROTIPO DE MI ABUELA
CANCIÓN PARA TODAS LAS QUE ERES  EL GENERAL A VECES NOS DECÍA 
NO ES MÁS  RETRATO CON LA PRODIGIOSA BANDA 
EN EL MEDIO MISMO DEL DÍA LA JOVEN EN EL TEATRO 
EN PAZ  ASOMBRO 

TESTAMENTO 

Habiendo llegado al tiempo en que 
la penumbra ya no me consuela más 
y me apocan los presagios pequeños; 

habiendo llegado a este tiempo; 

y como las heces del café 
abren de pronto ahora para mí
sus redondas bocas amargas; 

habiendo llegado a este tiempo; 

y perdida ya toda esperanza de 
algún merecido ascenso, de 
ver el manar sereno de la sombra; 

y no poseyendo más que este tiempo; 

no poseyendo más, en fin, 
que mi memoria de las noches y 
su vibrante delicadeza enorme; 

no poseyendo más 
entre cielo y tierra que 
mi memoria, que este tiempo; 

decido hacer mi testamento. 

Es este: 
les dejo 

el tiempo, todo el tiempo. 



VOY A NOMBRAR LAS COSAS

Voy a nombrar las cosas, los sonoros
altos que ven el festejar del viento,
los portales profundos, las mamparas
cerradas a la sombra y al silencio.

Y el interior sagrado, la penumbra
que surcan los oficios polvorientos,
la madera del hombre, la nocturna
madera de mi cuerpo cuando duermo.

Y la pobreza del lugar, y el polvo
en que testaron las huellas de mi padre,
sitios de piedra decidida y limpia, 
despojados de sombra, siempre iguales.

Sin olvidar la compasión del fuego
en la intemperie del solar distante
ni el sacramento gozoso de la lluvia
en el humilde cáliz de mi parque.

Ni el estupendo muro, mediodía,
terso y añil e interminable.

Con la mirada inmóvil del verano
mi cariño sabrá de las veredas
por donde huyen los ávidos domingos
y regresan, ya lunes, cabizbajos.

Y nombraré las cosas, tan despacio
que cuando pierda el Paraíso de mi calle
y mis olvidos me la vuelvan sueño,
pueda llamarla de pronto con el alba.



VERSIONES

La muerte es esa pequeña jarra, con flores pintadas a mano, que hay en todas las casas y que uno jamás se detiene a ver. 
La muerte es ese pequeño animal que ha cruzado en el patio, y del que nos consuela la ilusión, sentida como un soplo, de que es sólo el gato de la casa, el gato de costumbre, el gato que ha cruzado y al que ya no volveremos a ver. 
La muerte es ese amigo que aparece en las fotografías de la familia, discretamente a un lado, y al que nadie acertó nunca a reconocer. 
La muerte, en fin, es esa mancha en el muro que una tarde hemos mirado, sin saberlo, con un poco de terror. 



CALMA

Este silencio,
blanco, ilimitado,
este silencio
del mar tranquilo, inmóvil,

que de pronto
rompen los leves caracoles
por un impulso de la brisa,

Se extiende acaso
de la tarde a la noche, se remansa
tal vez por la arenilla 
de fuego, 

la infinita
playa desierta,
de manera

que no acaba,
quizás,
este silencio,

nunca?




COMIENZA UN LUNES 

La eternidad por fin comienza un lunes 
y el día siguiente apenas tiene nombre 
y el otro es el oscuro, al abolido. 
Y en él se apagan todos los murmullos 
y aquel rostro que amábamos se esfuma 
y en vano es ya la espera, nadie viene. 
La eternidad ignora las costumbres, 
le da lo mismo rojo que azul tierno, 
se inclina al gris, al humo, a la ceniza. 
Nombre y fecha tú grabas en un mármol, 
los roza displicente con el hombro, 
ni un montoncillo de amargura deja. 
Y sin embargo, ves, me aferro al lunes 
y al día siguiente doy el nombre tuyo 
y con la punta del cigarro escribo 
en plena oscuridad: aquí he vivido. 


DAGUERROTIPO DE MI ABUELA

Mi abuela está sentada: es una joven 
de esbelto rostro frágil 
sobre el altivo cuello: miro inmóvil 
la pupila en tinieblas que la mira 
desde un abismo: si volviera 
no más los ojos a la barba triste 
del padre sonriente, se animara. 
Pero mi abuela sigue inmóvil, joven. 

Se ha de poner en pie muy pronto. 
El día la arrastrará consigo hasta el zaguán 
mientras la calle vibra al choque cósmico 
de casco y casco. Se ha perdido. 
Cuando la vuelva a ver, será una anciana. 

Pero en tanto, serena, inconmovible, 
sigue mirando hacia la sombra inmensa, 
su esbelto rostro frágil 
sobre el soberbio cuello. 
Es una joven. 
Está, sencillamente, allí sentada. 



CANCIÓN PARA TODAS LAS QUE ERES 

No solo el hoy fragante de tus ojos amo 
sino a la niña oculta que allá dentro 
mira la vastedad del mundo con redondo 
[azoro, y amo a la extraña gris que me recuerda 
en un rincón del tiempo que el invierno 
[ampara. La multitud de ti, la fuga de tus horas, 
amo tus mil imágenes en vuelo 
como un bando de pájaros salvajes. 
No solo tu domingo breve de delicias 
sino también un viernes trágico, quien 
[sabe, y un sábado de triunfos y de glorias 
que no veré yo nunca, pero alabo. 
Niña y muchacha y joven ya mujer, 
[tu todas, colman mi corazón, y en paz las amo. 





EL GENERAL A VECES 
NOS DECÍA 

El General a veces nos decía 
extendiendo sus manos transparentes: 
«así fue que lo vimos aquel día 
en la tranquila lluvia indiferente 

sobre el negro caballo memorable». 
Suavizaba la sombra del alero 
su camisa de nieve irreprochable 
y el arco duro del perfil severo. 

Y mientras en el patio de azul fino 
cercana renacía la tristeza 
del platanar con sus nocturnos roces, 

más allá de las palmas y el camino, 
limpiamente ceñida su pobreza, 
pasaban en silencio nuestros dioses. 



NO ES MÁS 

por selva oscura... 

Un poema no es más 
que una conversación en la penumbra 
del horno viejo, cuando ya 
todos se han ido, y cruje 
afuera el hondo bosque; un poema

no es más que unas palabras 
que uno ha querido, y cambian 
de sitio con el tiempo, y ya 
no son más que una mancha, una esperanza indecible; 

un poema no es más 
que la felicidad, que una conversación 
en la penumbra, que todo
cuanto se ha ido, y ya
es silencio. 



RETRATO CON LA PRODIGIOSA BANDA 

La prodigiosa banda en la glorieta 
levanta de pronto el aire del año veinte 
y sopla entre las cintas blancas 
de la esbelta muchacha por la que no [pasa el tiempo. 

Y taciturna, inmóvil, agradable, diferente, 
con vagos y bellos ojos mira 
la primavera de otro año 
—lejano ya, lejano el año veinte. 

No mires, no, mi cuarto, mira la glorieta, 
no mires, no, la página vacía? 
vuélvete al músico, a la brisa 
moviendo el empolvado telón de los [laureles. 

Por ti no pasa nunca el tiempo. 



EN EL MEDIO MISMO DEL DÍA

(fragmento) 
En medio de una rugiente avalancha de [luz está mi padre. 
La luz arranca destellos, no, saltos de [furiosa nieve 
a la pequeña escalinata que mi padre [diseñó 
desde un humilde orgullo, y vuelan 
en astillas de luz los troncos de las [palmas. 
Cómo sus ropas arden en blanquísimas [ascuas 
que le abrasan la cara traspasándola y [fundiéndose 
al fuego de una felicidad que es tanto, [tanto 
más que la consumación de su proyecto, [más 
que su fiera estatura iluminada. 



LA JOVEN EN EL TEATRO 

(fragmento) 
Y mientras te inclinabas 
Impaciente al vacío, 
interrogando 

la polvorienta púrpura, 
vi el sesgo valeroso de la boina, 
tus ojos serios y veloces, 
el liviano 

pelo lacio, al desgaire, oh cazadora, 
y me tocó el terror de lo tremendo sobre [tus hombros frágiles:
caía 

la mañana en diluvios, oh luz, 
en fugas y murmullos, 
y ya nada 

podría ampararte de tu juventud. 



EN PAZ 

El gato duerme en la cocina 
mientras la lluvia corre afuera. 
Cien y mil años de penumbra. 
La tarde solo un soplo afuera. 

El gato duerme desde cuándo, 
la lluvia es otra y otra, afuera. 
El gato en paz, en paz el sueño, 
y el agua hacia la mar 
afuera. 



ASOMBRO 

Me asombran las hormigas que al ir 
[vienen tan seguras de sí que me dan miedo 
porque están donde van sin más [preguntas 
y aunque asomos de vida son perfectas 
si minúsculas máquinas que saben 
el dónde y el adónde que les toca 
y a la muerte la ignoran como a nada 
si no fuese tan útil instrumento 
con que hacer de lo inerme nueva vida. 

Pero aunque agrande su minucia viva 
el azoro redondo en que las miro 
y me apena que no se sepan nunca 
tal como son en su afanarse oscuro 
ya tan inmemorial como la Tierra 

más me asombra mi pena y me convence 
de que saberse el ser bien que la vale 
aun cuando el precio sea tan alto como 
el enorme silencio de allá afuera. 






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