Poesía de:
Jorge Teillier

ÍNDICE
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UN JINETE NOCTURNO EN EL PAISAJE NIEVE NOCTURNA
OTOÑO SECRETO EL LENGUAJE DEL CIELO
BAJO UN VIEJO TECHO LA TIERRA DE LA NOCHE
TWILIGHT LOS CONJUROS
ANDENES CUANDO TODOS SE VAYAN
DESPEDIDA LLUVIA INMÓVIL 
PEQUEÑA CONFESIÓN BELLA DURMIENTE SIGLO XX
ADIÓS AL FÜHRER CUENTO SOBRE UNA RAMA DE MIRTO
SIN SEÑAL DE VIDA AHORA QUE DE NUEVO
ERAS UNA CANDELILLA EN TU CASA SIEMPRE VUELVE UN ROSTRO
ESTACIÓN SUMERGIDA CUANDO EN LA TARDE APAREZCO EN...

 

UN JINETE NOCTURNO EN EL PAISAJE

Siento correr por las venas del campo
Un jinete nocturno enmascarado.
La noche. También galopan en caballos robados
Los cuatreros arreando los vacunos.

Surgen los trenes. Las reces dormidas se levantan
Allá en los grandes galpones de madera.

Una sombra va saltando los cercos.
Esta fue una mañana campesina:
Relinchos, validos, vacas de pródigas ubres,
Las ordeñadoras, curvadas con el peso de los baldes.

Es la noche de nuevo. Mi abuelo se levanta
Rehecha su manera antigua,
Y observa, como ayer, al trigo.
Debe andar mi abuelo por los campos recién abiertos
Hablando con los pinos, espantando gorriones.
El campo está solo, tembloroso. Y él lo mira.

El vino es un joven bonachón y alegre.
Sucede que quiere iluminar la noche
y baja a las aldeas, envuelto en una manta.

La mañana tiene olor a pan amasado.
La ropa recién lavada dice "adiós" en los patios.

Pero es de noche. Un fantasma penetra en la leñera.
Una casa se quiere esconder del cielo.

Un campesino mira hacia arriba:
Más allá de las nubes viene el granizo,
Bandolero blanco, asaltante de los huertos.

Y es la noche.
Va a penetrar al pueblo
Un jinete nocturno enmascarado.

NIEVE NOCTURNA

¿Es que puede existir algo antes de la nieve? 
Antes de esa pureza implacable,
implacable como el mensaje de un mundo 
que no amamos, pero al cual pertenecemos 
y que se adivina en ese sonido 
todavía hermano del silencio. 
¿Qué dedos te dejan caer, 
pulverizado esqueleto de pétalos?
Ceniza de un cielo antiguo
que hace quedar sólo frente al fuego
escuchando los pasos del amigo que se fué,
eco de palabras que no recordamos,
pero que nos duelen, como si las fuéramos a decir de nuevo.
¿Y puede existir algo después de la nieve?
Algo después
de la última mirada del ciego a la palidez del sol,
algo después
que el niño enfermo olvida mirar la nueva mañana, 
o mejor aún, después de haber dormido como un convaleciente 
con la cabeza sobre la falda 
de aquella a quien alguna vez se ama. 
¿Quién eres, nieve nocturna, 
fugaz, disuelta primavera que sobrevive en el cerezo? 
¿O qué importa quién eres?
Para mirar la nieve en la noche hay que cerrar los ojos, 
no recordar nada, no preguntar nada,
desaparecer, deslizarse como ella en el visible silencio.

OTOÑO SECRETO

Cuando las amadas palabras cotidianas 
pierden su sentido
y no se puede nombrar ni el pan, 
ni el agua, ni la ventana, 
y la tristeza ha sido un anillo perdido bajo nieve,
y el recuerdo una falsa esperanza de mendigo,
y ha sido falso todo diálogo que no sea 
con nuestra desolada imagen, 
aún se miran las destrozadas estampas 
en el libro del hermano menor, 
es bueno saludar los platos y el mantel puestos sobre la mesa, 
y ver que en el viejo armario conservan su alegría 
el licor de guindas que preparó la abuela 
y las manzanas puestas a guardar.

Cuando la forma de los árboles
ya no es sino el leve recuerdo de su forma, 
una mentira inventada por la turbia 
memoria del otoño, 
y los días tienen la confusión 
del desván a donde nadie sube 
y la cruel blancura de la eternidad 
hace que la luz huya de sí misma, 
algo nos recuerda la verdad 
que amamos antes de conocer: 
las ramas se quiebran levemente, 
el palomar se llena de aleteos, 
el granero sueña otra vez con el sol, 
encendemos para la fiesta 
los pálidos candelabros del salón polvoriento 
y el silencio nos revela el secreto 
que no queríamos escuchar.

EL LENGUAJE DEL CIELO

El cielo habla un lenguaje gris,
y callan la grave voz del vino,
la leve voz del té.
Los espejos se fatigan
de repetir el nombre de las cosas.
No dicen nada. No dicen: "un visitante",
"las moscas", "el libro sobre la mesa".
No dicen nada los espejos.

Canción cantada para que nadie la oiga
es la esperanza de que esto cambie.
Niños que se acercan al ataúd del amigo muerto,
paso de ratas frente a la estufa en silencio,
el halo de humo pobre que hace rey al tejado,
o todo lo que desaparece de pronto
como el plateado salto del salmón sobre el río.

Una ráfaga apaga los ciruelos,
dispersa las cenizas de sus follajes,
arruga la vacía faz de las glicinas.
Todo lo que está aquí
parece estar verdaderamente en otro lugar.
Los jóvenes no pueden volver a casa
porque ningún padre los espera
y el amor no tiene lecho donde yacer.
El reloj murmura que es preciso dormir,
olvidar la luz de este día
que no era sino la noche sonámbula,
las manos de los pobres
a quienes no dimos nada.
"Hay que dormir", murmura el reloj.
Y el sueño es la paletada de tierra que lo acalla.

BAJO UN VIEJO TECHO

Esta noche duermo bajo un viejo techo,
los ratones corren sobre él, como hace mucho tiempo, 
y el niño que hay en mí renace en mi sueño, 
aspira de nuevo el olor de los muebles de roble, 
y mira lleno de miedo hacia la ventana, 
pues sabe que ninguna estrella resucita.

Esa noche oí caer las nueces desde el nogal, 
escuché los consejos del reloj de péndulo, 
supe que el viento vuelca una copa del cielo, 
que las sombras se extienden 
y la tierra las bebe sin amarlas, 
pero el árbol de mi sueño sólo daba hojas verdes
que maduraban en la mañana con el canto del gallo.

Esta noche duermo bajo un viejo techo,
los ratones corren sobre él, como hace mucho tiempo, 
pero sé que no hay mañanas y no hay cantos de gallos, 
abro los ojos, para no ver reseco el árbol de mis sueños, 
y bajo él, la muerte que me tiende la mano.

LA TIERRA DE LA NOCHE

"Abrir una ventana es como abrirse una vena".
B. Pasternak.

No hablemos.
Es mejor abrir las ventanas mudas
desde la muerte de la hermana mayor.
La voz de la hierba hace callar la noche:
"Hace un mes no llueve."
Nidos vacíos caen desde la enredadera marchita.
Los cerezos se apagan como añejas canciones.
Este mes será de los muertos.
Este mes será del espectro
de la luna de verano.
Sigue brillando, luna de verano.
Reviven los escalones de piedra
gastados por los pasos de los antepasados.
Los murciélagos chillan alegremente
entre los muros ruinosos de la Cervecería.
El azadón roto
aún espera tierra fresca de nuevas fosas.
Y nosotros no debemos hablar
cuando la luna brilla
más blanca y despiadada que los huesos de los muertos.
Sigue brillando, luna de verano.

TWILIGHT

Todavía yace bajo el manzano
el tílburi cansado de los abuelos.
¿Quién recogerá esas manzanas
donde aún brilla un sol de otra época?
El cerco se pudre. 
La ortiga invade el jardín.
Alguien mira el tílburi
y apenas lo distingue
en la luz oscilante
entre la tarde y la noche.

Bodas y entierros.
Una tarde entera luchando contra el barro
cuando íbamos al pueblo recién fundado.
Un viaje de ebrios entre la susurrante penumbra
esquivando las ramas enloquecidas.
Viajamos y viajamos
aún sabiendo que todo no puede sino terminar
en una casa miserable desde donde se mira
esa luz obstinada en pelear contra la noche.

¿Quién recogerá las manzanas
donde aún puede vivir un sol de otra época?
La ortiga invade el jardín.
El día no alcanza a refugiarse en la casa.
Para huir de la oscuridad sólo hay un tílburi cansado
que no se cansa de luchar contra la noche.

LOS CONJUROS
A Enrique Rebolledo

Los temerosos de los brujos vecinos 
lanzan puñados de sal al fuego 
cuando pasan las aves agoreras. 
Mis amigos buscadores de entierros 
en sueños hallan monedas de oro. 
Los despierta el jinete del rayo 
cayendo hecho llamas entre ellos.

Medianoche de San Juan. Las higueras 
se visten para la fiesta.
Eco de gemidos de animales
hundidos hace milenios en los pantanos. 
Los chimalenes reúnen las ovejas 
que huyeron del corral.
Aúllan los perros en casa del avaro 
que quiere pactar con el Diablo.

Ya no reconozco mi casa.
En ella caen luces de estrellas en ruinas
Como puñados de tierra en una fosa. 
Mi amiga vela frente a un espejo: 
espera allí la llegada del desconocido
anunciado por las sombras más largas del año.

Al alba, anidan lechuzas en las higueras de luto.
En los rescoldos amanecen huellas de manos de brujos.
Despierto teniendo en mis manos hierbas y tierra 
de un lugar donde nunca estuve.

ANDENES

Te gusta llegar a la estación 
cuando el reloj de pared tictaquea, 
tictaquea en la oficina del jefe-estación.
Cuando la tarde cierra sus párpados 
de viajera fatigada 
y los rieles ya se pierden 
bajo el hollín de la oscuridad.

Te gusta quedarte en la estación desierta 
cuando no puedes abolir la memoria, 
como las nubes de vapor 
los contornos de las locomotoras, 
y te gusta ver pasar el viento 
que silba como un vagabundo 
aburrido de caminar sobre los rieles.

Tictaqueo del reloj. Ves de nuevo 
los pueblos cuyos nombres nunca aprendiste, 
el pueblo donde querías llegar 
como el niño el día de su cumpleaños 
y los viajes de vuelta de vacaciones 
cuando eras -para los parientes que te esperaban-
sólo un alumno fracasado con olor a cerveza.

Tictaqueo del reloj. El jefe-estación
juega un solitario. El reloj sigue diciendo 
que la noche es el único tren 
que puede llegar a este pueblo, 
y a ti te gusta estar inmóvil escuchándolo 
mientras el hollín de la oscuridad 
hace desaparecer los durmientes de la vía.

CUANDO TODOS SE VAYAN
A Eduardo Molina.

Cuando todos se vayan a otros planetas
yo quedaré en la ciudad abandonada
bebiendo un último vaso de cerveza,
y luego volveré al pueblo donde siempre regreso
como el borracho a la taberna
y el niño a cabalgar
en el balancín roto.
Y en el pueblo no tendré nada que hacer,
sino echarme luciérnagas a los bolsillos
o caminar a orillas de rieles oxidados
o sentarme en el roído mostrador de un almacén
para hablar con antiguos compañeros de escuela.

Como una araña que recorre
los mismos hilos de su red
caminaré sin prisa por las calles
invadidas de malezas
mirando los palomares
que se vienen abajo,
hasta llegar a mi casa
donde me encerraré a escuchar
discos de un cantante de 1930
sin cuidarme jamás de mirar
los caminos infinitos
trazados por los cohetes en el espacio.


DESPEDIDA

...el caso no ofrece
ningún adorno para la diadema de las Musas.

Ezra Pound

Me despido de mi mano
que pudo mostrar el paso del rayo
o la quietud de las piedras
bajo las nieves de antaño.

Para que vuelvan a ser bosques y arenas
me despido del papel blanco y de la tinta azul
de donde surgían los ríos perezosos,
cerdos en las calles, molinos vacíos.

Me despido de los amigos
en quienes más he confiado:
los conejos y las polillas,
las nubes harapientas del verano,
mi sombra que solía hablarme en voz baja.

Me despido de las Virtudes y de las Gracias del planeta:
Los fracasados, las cajas de música,
los murciélagos que al atardecer se deshojan
de los bosques de casas de madera.

Me despido de los amigos silenciosos
a los que sólo les importa saber
dónde se puede beber algo de vino,
y para los cuales todos los días
no son sino un pretexto
para entonar canciones pasadas de moda.

Me despido de una muchacha
que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
caminó conmigo y se acostó conmigo
cualquiera tarde de esas que se llenan
de humaredas de hojas quemándose en las acequias.
Me despido de una muchacha
cuyo rostro suelo ver en sueños
iluminado por la triste mirada
de trenes que parten bajo la lluvia.

Me despido de la memoria
y me despido de la nostalgia 
-la sal y el agua
de mis días sin objeto -

y me despido de estos poemas:
palabras, palabras -un poco de aire
movido por los labios- palabras
para ocultar quizás lo único verdadero:
que respiramos y dejamos de respirar.

LLUVIA INMÓVIL 

No importa que me hayas cortado siete espigas
yo he roto todos los espejos 
he cerrado todas las ventanas
y estoy condenado a permanecer
inmóvil en este pueblo
donde entre la lluvia y la vida hay que elegir la lluvia
donde el Hotel lo he bautizado Hotel Lluvia
donde los plateados élitros de la Televisión
relucen sobre tejados marchitos.

Tú me dices que todo se recupera
y que mi rostro aparecerá
en un río que he olvidado
y hay un camino para llegar a una casa nueva
creciendo en cualquier lugar del mundo
donde nos espera un niño huérfano
que no sabía éramos sus padres.

Pero a mí me han dicho que elija la lluvia
y mi nuevo nombre le pertenece
un nuevo nombre que no puede borrar ninguna mano
sino la de alguien que me conoce más que a mí mismo
y reemplaza mi rostro por un rostro enemigo.

PEQUEÑA CONFESIÓN

En memoria de Serguei Esenin

Si, es cierto, gasté mis codos en todos los mesones.
Me amaron las doncellas y preferí a las putas.
Tal vez nunca debiera haber dejado
El país de techos de zinc y cercos de madera.

En medio del camino de la vida
Vago por las afueras del pueblo
Y ni siquiera aquí se oyen las carretas
Cuya música he amado desde niño.

Desperté con ganas de hacer un testamento
-ese deseo que le viene a todo el mundo-
pero preferí mirar una pistola
la única amiga que no nos abandona.

Todo lo que se diga de mí es verdadero
Y la verdad es que no me importa mucho.
Me importa soñar con caminos de barro
Y gastar mis codos en todos los mesones.

"Es mejor morir de vino que de tedio"
Sin pensar que pueda haber nuevas cosechas.
Da lo mismo que las amadas vayan de mano en mano
Cuando se gastan los codos en los mesones.

Tal vez nunca debí salir del pueblo
Donde cualquiera puede ser mi amigo.
Donde crecen mis iniciales grabadas
En el árbol de la tumba de mi hermana.

El aire de la mañana es siempre nuevo
Y lo saludo como un viejo conocido,
Pero aunque sea un boxeador golpeado
Voy a dar mis últimas peleas.

Y con el orgullo de siempre
Digo que las amadas pueden ir de mano en mano
Pues siempre fue mío el primer vino que ofrecieron
Y yo gasto mis codos en todos los mesones.

Como de costumbre volveré a la ciudad
Escuchando un perdido rechinar de carretas
Y soñaré techos de zinc y cercos de madera
Mientras gasto mis codos en todos los mesones.


BELLA DURMIENTE SIGLO XX

Elle avoit eu le temps de songer..."
Charles Perrault.

¿En qué soñaba la Bella Durmiente 
en su sueño que duró cien años?
¿Soñaba con la música muda
de los polvorientos oboes,
o con el hervir de las ollas
que las cocineras descuidaban?

¿Soñaba con los trabajos 
de su hermana la Primavera 
que sin esfuerzo le preparaba 
el encaje de los duraznos 
para su boda interminable? 
¿O con aquellos dedales de oro 
que ella olvidó entregarle 
para que la amaran las agujas?

Tal vez soñaba que era una cierva 
y que el cocinero piadoso 
la hería para salvar a una nuera de una Ogresa. 
O soñaba que su hijo era el día 
y que la aurora era su hija 
y que su abuelo era el tiempo 
que pretendía devorarlos.

Tal vez soñaba con bosques 
donde no habrá ardillas ni lobos, 
ni príncipes que pierden su camino 
ni niños que crean en hadas.

Tal vez soñaba con los tiempos 
donde se preguntará qué es un pájaro 
y donde la luna será sólo 
una moneda inservible.

Amigo, no preguntes nunca
en qué soñaba la Bella Durmiente, 
que este refrán te lo recuerde:
no hay mejor despertar que el sueño.

ADIÓS AL FÜHRER

Adiós al Führer, adiós a todo Führer 
habido o por haber.
Adiós a todo Führer verdadero o falso, 
buenas noches, le digo, buenas noches 
con una íntima tristeza reaccionaria.

Adiós al Führer que engullía tortas de selva negra 
mientras sus tanques se alimentaban de caminos de Europa. 
Adiós a todo Führer que ame a Wagner o la Giovinezza 
ya sea lampiño, barbudo o bigotudo.

Adiós al Führer que en submarino huyó a Buenos Aires 
tras matar a Eva y a Blondi, su fiel perro.
Desde los hielos lo oye llamar Miguel Serrano 
mas ni por mar ni por tierra podrán encontrarlo. 
Adiós a todo Führer que nos ordene sepultarnos con él 
tras contemplar cómo arden las ruinas de su Imperio, 
y entretanto no deja a nadie dormir tranquilo 
aunque no hayamos violado, ni robado, ni asesinado.

Adiós a todo Führer que obligue a los poetas 
a censurar sus manuscritos o mantenerlos secretos 
bajo pena de mandarlos a su Isla o Archipiélago 
o a cortar caña bajo el sol de la Utopía.

Adiós al Führer de la Antipoesía
aunque a veces predique mejor que el Cristo de Elqui.
Es mejor no enseñar dogma alguno, aunque sea ecológico, 
cuando ya no se puede partir a Chillán en bicicleta.

Adiós al Chico Molina, cruel Führer de Lo Gallardo 
donde escribió El Lobo Estepario antes que Hermann Hesse, 
aunque N.S. Jesucristo murió por él según lo dice Anguita, 
y adiós por quienes desean que demos el sí cuando amamos el no.

Adiós a todo Führer a quien no le importa perder cuarenta o cuarenta mil hombres 
con tal de invadir islas pobladas por ovejas, 
y tras la derrota se acoge a general jubilación 
a oír Silencio en la noche ya todo está en calma.

Adiós a quien un tiempo fuera nuestro secreto Führer 
y nos recomendaba abstinencia botella de whiski en mano, 
y con desprecio abandonó su Bunker frente al cerro 
para conquistar Venezuela como sus antepasados.

Adiós al pícaro que pretendía ser Martín Bormann: 
Enrique Lafourcade, conde de la Fourchette. 
Lo verán pasear un ridículo perrito 
sin poder alcanzar ni al Parque Forestal.

Lo verán alimentarse, fantasma rubicundo, 
de pálidas y frágiles palomitas nocturnas. 
Lo verán recorrer los más perdidos pueblos 
buscando firmar autógrafos a Alcaldes y parvularias.

Lo verán sollozar pensando en sus Días sin Dieta 
con patitas de chancho en Los Buenos Muchachos. 
Lo verán derramar una furtiva y valetudinaria lágrima 
mientras canta Yo soy el Rey creyéndose Pedro Vargas.

Y ya no habrá nadie de la Generación del 50 
para entonar a coro Yo tenía un camarada. 
Adiós a todo Führer que nos dé duro con un palo 
y también con una soga 
creyendo que como él somos apenas sensitivos. 
Y buenas noches, amigos, buenas noches, 
hasta que un día nos volvamos a encontrar
en la hora soberbia y enloquecida de los esqueletos.

CUENTO SOBRE UNA RAMA DE MIRTO

Había una vez una muchacha
que amaba dormir en el lecho de un río.
Y sin temor paseaba por el bosque 
porque llevaba en la mano 
una jaula con un grillo guardián.

Para esperarla yo me convertía 
en la casa de madera de sus antepasados 
alzada a orillas de un brumoso lago.
Las puertas y las ventanas siempre estaban abiertas 
pero sólo nos visitaba su primo el Porquerizo 
que nos traía de regalo 
perezosos gatos
que a veces abrían sus ojos 
para que viéramos pasar por sus pupilas 
cortejos de bodas campesinas.
El sacerdote había muerto
y todo ramo de mirto se marchitaba.

Teníamos tres hijas
descalzas y silenciosas como la belladona.
Todas las mañanas recogían helechos
y nos hablaron sólo para decirnos
que un jinete las llevaría
a ciudades cuyos nombres nunca conoceríamos.

Pero nos revelaron el conjuro
con el cual las abejas
sabrían que éramos sus amos
y el molino
nos daría trigo
sin permiso del viento.

Nosotros esperamos a nuestros hijos
crueles y fascinantes
como halcones en el puño del cazador.

SIN SEÑAL DE VIDA

¿Para qué dar señales de vida?
Apenas podría enviarte con el mozo 
un mensaje en una servilleta.

Aunque no estés aquí.
Aunque estés a años sombra de distancia 
te amo de repente 
a las tres de la tarde, 
la hora en que los locos 
sueñan con ser espantapájaros vestidos de marineros 
espantando nubes en los trigales.

No sé si recordarte
es un acto de desesperación o elegancia 
en un mundo donde al fin
el único sacramento ha llegado a ser el suicidio.

Tal vez habría que cambiar la palanca del cruce 
para que se descarrilen los trenes.
Hacer el amor
en el único Hotel del pueblo
para oír rechinar los molinos de agua 
e interrumpir la siesta del teniente de carabineros 
y del oficial del Registro Civil.

Si caigo preso por ebriedad o toque de queda 
hazme señas de sol con tu espejo de mano 
frente al cual te empolvas
como mis compañeras de tiempo de Liceo.

Y no te entretengas
en enseñarle palabras feas a los choroyes.
Enséñales sólo a decir Papá o Centro de Madres.
Acuérdate que estamos en un tiempo donde se habla en voz baja,
y sorber la sopa un día de Banquete de Gala
significa soñar en voz alta.

Qué hermoso es el tiempo de la austeridad. 
Las esposas cantan felices 
mientras zurcen el terno 
único del marido cesante.

Ya nunca más correrá sangre por las calles.
Los roedores están comiendo nuestro queso 
en nombre de un futuro 
donde todas las cacerolas 
estarán rebosantes de sopa,
y los camiones vacilarán bajo el peso del alba.

Aprende a portarte bien
en un país donde la delación será una virtud. 
Aprende a viajar en globo 
y lanza por la borda todo tu lastre:
Los discos de Joan Baez, Bob Dylan, los Quilapayún, 
aprende de memoria los Quincheros y el 7º de Línea. 
Olvida las enseñanzas del Nido de Chocolate, Garfield o el Grupo Arica,
quema la autobiografía de Trotsky o la de Freud 
o los 20 Poemas de Amor en edición firmada y numerada por el autor.

Acuérdate que no me gustan las artesanías 
ni dormir en una carpa en la playa. 
Y nunca te hubiese querido más 
que a los suplementos deportivos de los lunes.

Y no sigas pensando en los atardeceres en los bosques.
En mi provincia prohibieron hasta el paso de los gitanos.

Y ahora
voy a pedir otro jarrito de chicha con naranja
y tú
mejor enciérrate en un convento.

Estoy leyendo El Grito de Guerra del Ejército de Salvación. 
Dicen que la sífilis de nuevo será incurable 
y que nuestros hijos pueden soñar en ser economistas o dictadores.

AHORA QUE DE NUEVO

Ahora que de nuevo nos envuelve el Invierno
enemigo de los vagos y los ebrios,
el viento los arrastra como a las hojas del diario de la tarde
y los deja fuera de las Hospederías,
los hace entrar a escondidas a dormir hasta en los confesionarios.

Conozco esas madrugadas
donde buscas a un desconocido y un conocido te busca
sin que nadie llegue a encontrarse
y los radiopatrullas aúllan amenazantes
y el Teniente de Guardia espera con su bigotito de aprendiz de nazi
a quienes sufrirán la resaca por no pagar la multa.

Ahora que de nuevo nos envuelve el Invierno
pienso en escribir
sobre los areneros amenazados por la creciente
sobre un reo meditabundo 
que va silbando una canción, 
sobre las calles del barrio
donde los muchachos hostiles al forastero buscan las monedas para el flipper
y los dueños del almacén de la esquina
esperan entumecidos al último cliente,
mientras en el clandestino
los parroquianos no terminan nunca su partida de dominó.

Ahora que de nuevo nos envuelve el Invierno
pienso que debe estar lloviendo en la Frontera.
sobre los castillos de madera,
sobre los perros encadenados,
sobre los últimos trenes al ramal.
Y vivo de nuevo
junto a Pan de Knunt Hamsun lleno de fría luz nórdica y exactos gritos de aves acuáticas,
veo a Block errando por San Peterburgo contemplado por el jinete de Bronce
y saludo a Sharp, a Dampier y a Ringrose jugándose en Juan Fernández el botín robado en la
Serena.

Me han llegado poemas de amigos de provincia
hablando de una gaviota muerta sobre el techo de la casa
del rincón más oscuro de una estrella lejana
de navíos roncos de mojarse los dedos.

Y pienso frente a una chimenea que no encenderé
en largas conversaciones junto a las cocinas económicas
y en los hermanos despojados de sus casas y dispersos por todo el mundo huyendo de los
Ogros
esos hermanos que han llegado a ser mis hermanos
y ahora espero para encender el fuego.

ERAS UNA CANDELILLA EN TU CASA

Eras una candelilla en tu casa
O si querías una estrella errante en el cielo
En la casona
Yo te buscaba 
Tropezando 
Con un caballo de madera inmóvil desde la muerte de los hermanos
Con mis zapatos hundiéndose en el aserrín de los títeres
Y las muñecas de cabeza rota
Y tú ríes
Porque despierto
Y tú sabías
Que despertaría para seguir soñando contigo
Y sólo me queda 
Esperar en vano el timbre del cartero
Y me despierta
El ruido de los vendedores de gas
La casona se la llevó la última crecida
Nunca supe cuál era tu pieza
Nunca supe cuál era la ventana oculta
Por la que te asomabas
La ventana cerrada que nos unía para siempre
En un siempre que nunca ha sido siempre. 

SIEMPRE VUELVE UN ROSTRO

Siempre vuelve un rostro, siempre
en el chubasco que cae repentino, en las
islas de las nubes.

Silencioso se asoma un obscuro sol
en las ventanas. Tu hermana lo retiene
un momento entre los dedos
y luego las manos vacías recorren muros
blancos con sus sombras.

Siempre por el patio asomas
a buscar el rostro de alguien.
Un chasquido se oye: es un chubasco
o un fantasma de un niño que vivió aquí hace tiempo
y vuelve a escuchar como la madre lee a su hijo.

Un rayo de sol ha quedado encerrado
en el rellano de la escalera
el sueño hace señas con su linterna
el sueño nos despierta

y la voz de la hermana cruza entre las nubes
la hermana que no conocimos.



CUANDO EN LA TARDE APAREZCO EN LOS ESPEJOS

Cuando en la tarde aparezco en los espejos
Cuando yo y la tarde queríamos unirnos
Tristemente nos despedimos
Tristemente nos hablamos en el espejo que disuelve las imágenes
Quién soy entonces
Quizás por un momento
De verdad soy yo que me encuentro

Quién soy yo sino nadie
Alguien que quisiera pasarse los días y los días
Como un solo domingo
Mirando los últimos reflejos del sol en los vidrios
Mirando a un anciano que da de comer a las palomas
Y a los evangélicos que predican el fin del mundo

Cuando en la tarde no soy nadie
Entonces las cosas me reconocen
Soy de nuevo pequeño
Soy quien debiera ser
Y la niebla borra la cara de los relojes en los campanarios.

ESTACIÓN SUMERGIDA *

Yo no estoy soñando, lo recuerdo, olvidé cómo se soñaba;
quizás esto sea un mar, bien puede ser la tierra,
encima el cielo deshaciendo su cabellera.
Esto no es un mar sin olas, es una lámina descolorida,
un día muerto por dagas invernales, un día fusilado por lluvias.
De pronto lo rompen manotazos de campanas, tictaqueos de sombras,
y se cierra como una cuchillada de trenes oxidados
devorando las cerezas maduras del sol.

Propicio tiempo para levantar cruces de barro
en el pecho de mapuches asesinados, para los caballos crepusculares 
que se extravían en las acequias.
Ya lo sé, debo escaparme de los ahogados que flotan en los pozos,
voy a beber grandes tragos de poemas silvestres
veo desde el umbral al atardecer mordiendo plazas,
aferrándose gelatinosamente a los tejados rotos,
hasta caer junto a muchachas desfloradas en graneros solitarios
a las antiguas bodegas de la noche.

Pálidamente las horas se reúnen a jugar a las cartas
en torno a la mesa de los días,
desconozco el tren que me dejó entre ellas,
viéndolas alimentarse de cantos estrangulados,
persiguiendo a mis amigos, arrastrándolos en el río del tedio.
Yo no sueño, todo cuanto veo es cierto, ellos pasan
del brazo de mujeres desdentadas, riendo largamente.
Una ola invade mi habitación, recuerdo a mi vecina
cantando hasta que el cielo le llenaba las manos de azul,
yo no besé esas manos, yo tenía al viento cordillerano 
arañándome, y la muerte oculta tras viejas y profundas fotografías.
Aferrado a un puente de madera,
inclinado sobre las venas turbias de la noche
pasan botellas vacías, libros oxidados de relecturas,
el barrio de las prostitutas pobres
donde cierro los labios por no decir mi nombre.
No es nada esto, sólo que a veces siento temor de saber quién soy verdaderamente.

Me gustaría despertar con los labios húmedos
como después de los largos besos de las sabias primas,
como si estuviese tomando café servido por mis hermanas.
Pero si abro los ojos también estaré sumergido,
pues la lluvia hace girar su pausado gramófono,
mientras hay un nevar de alas deshechas por los días,
velorios humedecidos de vino, y esta mano helada en mi garganta,
helada como parroquias y confesionarios que no se desprende,
si la pudiese deshacer un brillar de días felices.

Ahora lo sé, he estado siempre despierto,
mirando silenciosamente la estación sumergida
donde los huesos de las nubes hilachean los árboles.

Alguien me debe esperar -quizás algunos muertos-
pues voy hacia las chimeneas rústicas, los aserraderos vacíos,
las grandes, prestigiosas casas de madera sureña venidas abajo
como flores destrozadas por los duros dientes del olvido,
y busco el sol en los huertos cuyos párpados lo esconden.

Todo me espera en la estación sumergida, nuevamente,
en la empapada de malezas, la crecida de sueños angustiados y torvos,
mientras el tiempo detenido cierra sus pesados portones
y confusamente respira en el mar del invierno.

*Poema escrito por el autor a los 17 años.






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