Biografía de:
Gaspar Núñez de Arce

(1934-1903)

   
Gaspar Núñez de Arce (Valladolid, 4 de agosto de 1834 – Madrid, 9 de junio de 1903) fue un poeta y político español que evolucionó del romanticismo hacia el realismo literario. Fue gobernador civil de Barcelona, diputado por Valladolid en 1865 y ministro de Ultramar, Interior y Educación con el partido progresista de Sagasta. Nombrado académico en 1874.

Hijo de un modesto empleado de correos, su familia quiso destinarlo a la carrera eclesiástica, pero se opuso a ingresar en el seminario y se fugó a Madrid. Allí inició algunos estudios y entró en la redacción de El Observador, un periódico liberal. Después fundó el periódico El Bachiller Honduras, que toma nombre del seudónimo que adoptó para firmar sus artículos, y donde abogó por una política que unificase las distintas ramificaciones del liberalismo. En 1849 entró en el mundo de las letras al estrenar en Toledo la pieza teatral Amor y orgullo.

Su participación como cronista en la Campaña de África (1859–1860) fue una de las causas de su posterior implicanción en la vida política. Estuvo recluído en la prisión de Cáceres a causa de sus ataques contra la política conservadora del general Narváez. Cuando cayó Isabel II, fue elegido secretario de la Junta Revolucionaria de Cataluña y redactó el Manifiesto a la Nación publicado por el gobierno provisional el 26 de octubre de 1868. Fue también gobernador civil de Barcelona, diputado por Valladolid en 1865 y ministro de Ultramar, Interior y Educación con el partido progresista de Sagasta. Nombrado senador vitalicio en 1886, su salud le llevó a dejar la actividad política en 1890. Entró en la Real Academia de la Lengua el 8 de enero de 1874 y fue presidente de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles durante el periodo de 1882 a 1903.

Estilo y obra[editar]
Comenzó a escribir teatro en colaboración con Antonio Hurtado, y continuó solo su dramaturgia, en la que destaca el drama histórico, El haz de leña (1872), sobre Felipe II y el príncipe don Carlos, donde no sigue la leyenda negra y procura mantenerse fiel a la realidad histórica (y sin embargo domina el valor poético sobre el teatral). Escribió además Deudas de la honra (1863), Quien debe paga (1867), Justicia providencial (1872) y otras obras.

Su producción poética alcanzó mayor repercusión: Gritos del combate y Raimundo Lulio, este último en tercetos, fueron publicados en 1875; en el primero, tal vez su libro poético más famoso, figuran las piezas «A Darwin», «A Voltaire», «La duda», «Tristeza» y «El miserere». La última lamentación de Lord Byron, en octava real, La selva oscura, inspirada en Dante Alighieri, y El vértigo, en décimas, son de 1879. La visión de fray Martín (1880), La pesca (1884), donde se declara un gran amante y observador de la naturaleza, Maruja (1886), etc. Dejó inacabados Luzbel y Hernán el lobo (1881). Sus poemas históricos se diferencian de los románticos en que no tratan de describir ambientes, quizá por influjo del monólogo dramático de Robert Browning.

Busto de Gaspar Núñez de Arce en el Campo Grande de Valladolid.
Sus escritos teóricos, en especial su Discurso sobre la poesía, leído el 3 de diciembre de 1887 en el Ateneo de Madrid y reproducido más tarde en la segunda edición de Gritos del combate (primera ed. en 1875) con ampliaciones, lo muestran como un poeta muy consciente de la misión del escritor en la sociedad como poeta cívico, y de amplia instrucción tanto en poesía clásica española como extranjera, en especial anglosajona. Definió la poesía como «Arte maestra por excelencia, puesto que contiene en sí misma todas las demás, cuenta para lograr sus fines con medios excepcionales: esculpe con la palabra como la escultura en la piedra; anima sus concepciones con el color, como la pintura, y se sirve del ritmo, como la música». Su obra, amplia y diversa, incluye desde los epigramas de Humoradas a poemas pacifistas, y otros en los que expresa la crisis de su fe religiosa. Su poesía recuerda en ciertos momentos la de Gabriel García Tassara. Fue un gran artífice del verso, cuya forma le obsesionaba, negándose a la inspiración apresurada.

Su estilo busca la sencillez expresiva y rehuye la retórica tanto como Campoamor, pese a lo cual no incurre en el prosaísmo de este autor: «¿Hay acaso nada tan ridículo como la prosa complicada, recargada de adornos, disuelta en tropos...? (...) Lo declaro con franqueza: nada tan insoportable para mí como la prosa poética, no expresiva, sino chillona...». Sostuvo, sin embargo, como éste, que el ritmo lo era todo en el verso, ya que «suprimir el ritmo, el metro y la rima, sería tanto como matar a traición a la poesía». Al hablar de Robert Browning, dice: «los poetas... no deben escribir para ser explicados, sino para ser sentidos», y aquí tenemos otra de las características de su poesía: el predominio de lo sentimental sobre lo racional, de las sensaciones sobre los conceptos.


(Biografía tomada de Wikipedia).

 

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