Romances viejos anónimos
WEBMASTER: Justo Alarcón



WWW.LOS-POETAS.COM

Para ver el índice completo de autores

ROMANCE DEL REY MORO QUE PERDIÓ VALENCIA ROMANCE DEL INFANTE VENGADOR
ROMANCE DE GERINELDO ROMANCE XI DE LA INFANTA DOÑA URRACA
PÁRTESE EL MORO ALICANTE ROMANCE DE LA PÉRDIDA DE ALHAMA
ROMANCE I DICE CÓMO EL CID VENGÓ A SU PADRE ROMANCE IX LA RESPUESTA DEL REY
ROMANCE DE FERNÁN D'ARIAS ROMANCE DE LA DONCELLA GUERRERA
EL INFANTE ARNALDOS ROMANCE XII DE DOÑA URRACA, CERCADA EN ZAMORA
ROMANCE DEL REY DON SANCHO ROMANCE DE ROSAFRESCA
ROMANCE DEL RETO A LOS ZAMORANOS ROMANCE XV DEL CABALLERO LEAL ZAMORANO Y DE VELLIDO DOLFOS


ROMANCE DEL REY MORO QUE PERDIÓ VALENCIA

Helo, helo por do viene el moro por la calzada,
caballero a la jineta encima una yegua baya,
borceguíes marroquíes y espuela de oro calzada,
una adarga ante los pechos y en su mano una azagaya.
Mirando estaba Valencia, como está tan bien cercada:
-¡Oh, Valencia, oh Valencia, de mal fuego seas quemada!
Primero fuiste de moros que de cristianos ganada.
Si la lanza no me miente, a moros serás tornada;
aquel perro de aquel Cid prenderélo por la barba,
su mujer, doña Jimena, será de mí cautivada,
su hija, Urraca Hernando, será mi enamorada,
después de yo harto de ella la entregaré a mi compaña.
El buen Cid no está tan lejos, que todo bien lo escuchaba.
-Venid vos acá, mi hija, mi hija doña Urraca;
dejad las ropas continas y vestid ropas de pascua.
Aquel moro hiodeoperro detenédmelo en palabras,
mientras yo ensillo a Babieca y me ciño la mi espada.
La doncella, muy hermosa, se paró a una ventana;
el moro, desque la vido, de esta suerte le hablara:
-Alá te guarde, señora, mi señora doña Urraca.
-Así haga a vos, señor, buena sea vuestra llegada.
Siete años ha, rey, siete, que soy vuestra enamorada.
-Otros tantos ha, señora, que os tengo dentro en mi alma.
Ellos estando en aquesto el buen Cid que se asomaba.
-Adiós, adiós, mi señora, la mi linda enamorada,
que del caballo Babieca yo bien oigo la patada.
Do la yegua pone el pie, Babieca pone la pata.
Allí hablará el caballo bien oiréis lo que hablaba:
-¡Reventar debía la madre que a su hijo no esperaba!
Siete vueltas la rodea alrededor de una jara;
la yegua, que era ligera, muy adelante pasaba
hasta llegar cabe un río adonde una barca estaba.
El moro, desque la vido, con ella bien se holgaba,
grandes gritos da al barquero que le allegase la barca;
el barquero es diligente, túvosela aparejada,
embarcó muy presto en ella, que no se detuvo nada.
Estando el moro embarcado, el buen Cid que llegó al agua,
y por ver al moro en salvo, de tristeza reventaba;
mas con la furia que tiene, una lanza le arrojaba,
y dijo: -Recoged, mi yerno, arrecogedme esa lanza,
que quizás tiempo vendrá que os será bien demandada.



ROMANCE DEL INFANTE VENGADOR

Helo, helo por do viene el infante vengador,
caballero a la jineta en un caballo corredor,
su manto revuelto al brazo, demudada la color,
y en la su mano derecha un venablo cortador;
con la punta del venablo sacarían un arador,
siete veces fue templado en la sangre de un dragón
y otras tantas afilado porque cortase mejor,
el hierro fue hecho en Francia, y el asta en Aragón.
Perfilándoselo iba en las alas de su halcón.
Iba buscar a don Cuadros, a don Quadros, el traidor.
Allá le fuera a hallar junto al emperador,
la vara tiene en la mano, que era justicia mayor.
Siete veces lo pensaba si lo tiraría o no
y al cabo de las ocho el venablo le arrojó;
por dar al dicho don Cuadros, dado ha al emperador,
pasado le ha manto y sayo, que era de un tornasol,
por el suelo ladrillado más de un palmo lo metió.
Allí le habló el rey, bien oiréis lo que habló:
-¿Por qué me tiraste, infante? ¿Por qué me tiras, traidor?
-Perdóneme tu alteza, que no tiraba a ti, no,
tiraba al traidor de Cuadros, ese falso engañador,
que siete hermanos tenía no ha dejado si a mí, no.
Por eso delante de ti, buen rey, lo desafío yo.
Todos fían a don Cuadros y al infante no fían, no,
sino fuera una doncella, hija es del emperador,
que los tomó por la mano y en el campo los metió.
A los primeros encuentros Cuadros en tierra cayó.
Apeárase el infante, la cabeza le cortó
y tomárala en su lanza y al buen rey la presentó.
De que aquesto vido el rey con su hija le casó.



ROMANCE DE GERINELDO

Levantóse Gerineldo, que al rey dejara dormido,
fuese para la infanta donde estaba en el castillo.
-Abráisme, dijo, señora, abráisme, cuerpo garrido.
-¿Quién sois vos, el caballero, que llamáis a mi postigo?
-Gerineldo soy, señora, vuestro tan querido amigo.
Tomárala por la mano, en un lecho la ha metido,
y besando y abrazando Gerineldo se ha dormido.
Recordado había el rey de un sueño despavorido;
tres veces lo había llamado, ninguna le ha respondido.
-Gerineldo, Gerinaldo, mi camarero pulido;
si me andas en traición, trátasme como a enemigo.
O dormías con la infanta o me has vendido el castillo.
Tomó la espada en la mano, en gran saña va encendido,
fuérase para la cama donde a Gerineldo vido.
El quisiéralo matar, mas criole de chiquito.
Sacara luego la espada, entrambos la ha metido,
porque desque recordase viese cómo era sentido.
Recordado había la infanta y la espada ha conocido.
-Recordados, Gerineldo, que ya érades sentido,
que la espada de mi padre yo me la he bien conocido.



ROMANCE XI DE LA INFANTA DOÑA URRACA

-Morir vos queredes, padre, ¡San Miguel vos haya el alma!
Mandastes las vuestra tierras a quien se vos antojara:
diste a don Sancho a Castilla, Castilla la bien nombrada,
a don Alfonso a León con Asturias y Sanabria,
a don García a Galicia con Portugal la preciada,
¡y a mí, porque soy mujer, dejáisme desheredada!
Irme he yo de tierra en tierra como una mujer errada;
mi lindo cuerpo daría a quien bien se me antojara,
a los moros por dinero y a los cristianos de gracia;
de lo que ganar pudiere, haré bien por vuestra alma.
Allí preguntara el rey: -¿Quién es esa que así habla?
Respondiera el arzobispo: -Vuestra hija doña Urraca.
-Calledes, hija, calledes, no digades tal palabra,
que mujer que tal decía merecía ser quemada.
Allá en tierra leonesa un rincón se me olvidaba,
Zamora tiene por nombre, Zamora la bien cercada,
de un lado la cerca el Duero, del otro peña tajada.
¡Quien vos la quitare, hija, la mi maldición le caiga!
Todos dicen: "Amen, amen", sino don Sancho que calla.



PÁRTESE EL MORO ALICANTE

Pártese el moro Alicante víspera de Sant Cebrián;
ocho cabezas llevaba, todas de hombres de alta sangre.
Sábelo el rey Almanzor, a recebírselo sale;
aunque perdió muchos moros, piensa en esto bien ganar.
Manda hacer un tablado para mejor las mirar,
mandó traer un cristiano que estaba en captividad.
Como ante sí lo trujeron empezóle de hablar,
díjole: -Gonzalo Gustos, mira quién conocerás;
que lidiaron mis poderes en el campo de Almenar:
sacaron ocho cabezas, todas son de gran linaje.
Respondió Gonzalo Gustos: -Presto os diré la verdad."
Y limpiándoles la sangre, asaz se fuera a turbar;
dijo llorando agramente: -¡Conóscolas por mi mal!
la una es de mi carillo, ¡las otras me duelen más!
de los Infantes de Lara son, mis hijos naturales.
Así razona con ellos como si vivos hablasen:
-¡Dios os salve, el mi compadre, el mi amigo leal!,
¿Adónde son los mis hijos que yo os quise encomendar?
Muerto sois como buen hombre, como hombre de fiar.
Tomara otra cabeza del hijo mayor de edad:
-Sálveos Dios, Diego González, hombre de muy gran bondad,
del conde Femán González alférez el principal:
a vos amaba yo mucho, que me habíades de heredar.
Alimpiándola con lágrimas volviérala a su lugar,
y toma la del segundo, Martín Gómez que llamaban:
-Dios os perdone, el mi hijo, hijo que mucho preciaba;
jugador era de tablas el mejor de toda España,
mesurado caballero, muy buen hablador en plaza.
Y dejándola llorando, la del tercero tomaba:
-Hijo Suero Gustos, todo el mundo os estimaba;
el rey os tuviera en mucho, sólo para la su caza:
gran caballero esforzado, muy buen bracero a ventaja.
¡Ruy Gómez vuestro tío estas bodas ordenara!
Y tomando la del cuarto, lasamente la miraba:
-¡Oh hijo Fernán González, (nombre del mejor de España,
del buen conde de Castilla, aquel que vos baptizara)
matador de puerco espín, amigo de gran compaña!
nunca con gente de poco os vieran en alianza.
Tomó la de Ruy Gómez, de corazón la abrazaba:
-¡Hijo mío, hijo mío! ¿quién como vos se hallara



ROMANCE DE LA PÉRDIDA DE ALHAMA

Paseábase el rey moro - por la ciudad de Granada
desde la puerta de Elvira - hasta la de Vivarrambla.
-¡Ay de mi Alhama!

Cartas le fueron venidas - que Alhama era ganada.
Las cartas echó en el fuego - y al mensajero matara,
-¡Ay de mi Alhama!-

Descabalga de una mula, - y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba - subido se había al Alhambra.
-¡Ay de mi Alhama!

Como en el Alhambra estuvo, - al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas, - sus añafiles de plata.
-¡Ay de mi Alhama!

Y que las cajas de guerra - apriesa toquen el arma,
porque lo oigan sus moros, - los de la vega y Granada.
-¡Ay de mi Alhama!

Los moros que el son oyeron - que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos - juntado se ha gran batalla.
-¡Ay de mi Alhama!

Allí fabló un moro viejo, - de esta manera fablara:
-¿Para qué nos llamas, rey, - para qué es esta llamada
-¡Ay de mi Alhama!

-Habéis de saber, amigos, - una nueva desdichada:
que cristianos de braveza - ya nos han ganado Alhama.
-¡Ay de mi Alhama!

Allí fabló un alfaquí - de barba crecida y cana:
-Bien se te emplea, buen rey, - buen rey, bien se te empleara.
-¡Ay de mi Alhama!

Mataste los Bencerrajes, - que eran la flor de Granada,
cogiste los tornadizos - de Córdoba la nombrada.
-¡Ay de mi Alhama!

Por eso mereces, rey, - una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino, - y aquí se pierda Granada.
-¡Ay de mi Alhama!



ROMANCE I DICE CÓMO EL CID VENGÓ A SU PADRE

Pensativo estaba el Cid - viéndose de pocos años
para vengar a su padre - matando al conde Lozano;
miraba el bando temido - del poderoso contrario
que tenía en las montañas - mil amigos asturianos;
miraba cómo en la corte - de ese buen rey Don Fernando
era su voto el primero, - y en guerra el mejor su brazo;
todo le parece poco - para vengar este agravio,
el primero que se ha hecho - a la sangre de Lain Calvo;
no cura de su niñez, - que en el alma del hidalgo
el valor para crecer - no tiene cuenta a los años.
Descolgó una espada vieja - de Mudarra el castellano,
que estaba toda mohosa, - por la muerte de su amo.
"Haz cuenta, valiente espada, - que es de Mudarra mi brazo
y que con su brazo riñes - porque suyo es el agravio.
Bien puede ser que te corras - de verte así en la mi mano,
mas no te podrás correr - de volver atrás un paso.
Tan fuerte como tu acero - me verás en campo armado;
tan bueno como el primero, - segundo dueño has cobrado;
y cuando alguno te venza, - del torpe hecho enojado,
hasta la cruz en mi pecho - te esconderé muy airado.
Vamos al campo, que es hora - de dar al conde Lozano
el castigo que merece - tan infame lengua y mano."
Determinado va el Cid, - y va tan determinado,
que en espacio de una hora - mató al conde y fue vengado.



ROMANCE IX LA RESPUESTA DEL REY

Pidiendo a las diez del día papel a su secretario,
a la carta de Jimena responde el rey por su mano;
y después de hacer la cruz con cuatro puntos y un rasgo,
aquestas palabras pone a guisa de cortesano:

"A vos, la noble Jimena, la del marido envidiado,
vos envío mis saludos en fe de quereros tanto.
Que estáis de mi querellosa, decís en vuestro despacho,
que non vos suelto el marido sino una vez en el año,

y que cuando vos le suelto, en lugar de regalaros,
en vuestros brazos se duerme como viene tan cansado.
Si supiérades, señora, que vos quitaba el velado
para mis namoramientos, fuera bien el lamentarlo;

mas si sólo vos lo quito para lidiar en el campo
con los moros convecinos, non vos fago mucho agravio;
que si yo no hubiera puesto las mis huertas a su cargo,
ni vos fuerais más que dueña, ni él fuera más que un hidalgo.

A no vos tener encinta, señora, el vuestro velado
creyera de su dormir lo que me habedes contado.
Más pues el parto esperáis... si os falta un marido al lado,
no importa, que sobra un rey que os hará cien mil regalos.
Decís que entregue a las llamas la carta que habéis mandado;
a contener herejías, fuera digna de tal caso;
mas pues razones contiene dignas de los siete sabios,
mejor es para mi archivo que non para el fuego ingrato.

Y porque guardéis la mía y no la fagáis pedazos,
por ella a lo que pariéredes prometo buen aguinaldo:
si fuere hijo, daréle una espada y un caballo
y cien mil maravedís para ayuda de su gasto;

si fija, para su dote prometo poner en cambio
desde el día en que naciere de plata cuarenta marcos.
Con esto ceso, señora, y no de estar suplicando
a la Virgen vos ayude en los dolores del parto."



ROMANCE DE FERNÁN D'ARIAS

Por aquel postigo viejo que nunca fuera cerrado,
vi venir pendón bermejo con trescientos de caballo;
en medio de los trescientos viene un monumento armado,
y dentro del monumento viene un ataúd de palo,
y dentro del ataúd venía un cuerpo finado.
Fernán d'Arias ha por nombre, hijo de Arias Gonzalo.
Llorábanle cien doncellas, todas ciento hijasdalgo;
todas eran sus parientas en tercero y cuarto grado;
las unas le dicen primo, otras lo llaman hermano,
las otras decían tío, otras lo llaman cuñado.
Sobre todas lo lloraba aquesa Urraca Hernando,
¡y cuán bien que la consuela ese viejo Arias Gonzalo!
-¿Por qué lloráis, mis doncellas? ¿por qué hacéis tan grande llanto?
No lloréis así, señoras, que no es para llorarlo,
que si un hijo me han muerto, ahí me quedaban cuatro.
No murió por las tabernas, ni a las tablas jugando,
mas murió sobre Zamora, vuestra honra resguardando;
murió como un caballero con sus armas peleando.



ROMANCE DE LA DONCELLA GUERRERA

Pregonadas son las guerras de Francia para Aragón,
¡Cómo las haré yo, triste, viejo y cano, pecador!
¡No reventaras, condesa, por medio del corazón,
que me diste siete hijas, y entre ellas ningún varón!
Allí habló la más chiquita, en razones la mayor:
-No maldigáis a mi madre, que a la guerra me iré yo;
me daréis las vuestras armas, vuestro caballo trotón.
-Conoceránte en los pechos, que asoman bajo el jubón.
-Yo los apretaré, padre, al par de mi corazón.
-Tienes las manos muy blancas, hija no son de varón.
-Yo les quitaré los guantes para que las queme el sol.
-Conocerante en los ojos, que otros más lindos no son.
-Yo los revolveré, padre, como si fuera un traidor.
Al despedirse de todos, se le olvida lo mejor:
-¿Cómo me he de llamar, padre? -Don Martín el de Aragón.
-Y para entrar en las cortes, padre ¿cómo diré yo?
-Besoos la mano, buen rey, las cortes las guarde Dios.
Dos años anduvo en guerra y nadie la conoció
si no fue el hijo del rey que en sus ojos se prendó.
-Herido vengo, mi madre, de amores me muero yo;
los ojos de Don Martín son de mujer, de hombre no.
-Convídalo tú, mi hijo, a las tiendas a feriar,
si Don Martín es mujer, las galas ha de mirar.
Don Martín como discreto, a mirar las armas va:
-¡Qué rico puñal es éste, para con moros pelear!
-Herido vengo, mi madre, amores me han de matar,
los ojos de Don Martín roban el alma al mirar.
-Llevarasla tú, hijo mío, a la huerta a solazar;
si Don Martín es mujer, a los almendros irá.
Don Martín deja las flores, un vara va a cortar:
-¡Oh, qué varita de fresno para el caballo arrear!
-Hijo, arrójale al regazo tus anillas al jugar:
si Don Martín es varón, las rodillas juntará;
pero si las separase, por mujer se mostrará.
Don Martín muy avisado hubiéralas de juntar.
-Herido vengo, mi madre, amores me han de matar;
los ojos de Don Martín nunca los puedo olvidar.
-Convídalo tú, mi hijo, en los baños a nadar.
Todos se están desnudando; Don Martín muy triste está:
-Cartas me fueron venidas, cartas de grande pesar,
que se halla el Conde mi padre enfermo para finar.
Licencia le pido al rey para irle a visitar.
-Don Martín, esa licencia no te la quiero estorbar.
Ensilla el caballo blanco, de un salto en él va a montar;
por unas vegas arriba corre como un gavilán:
-Adiós, adiós, el buen rey, y tu palacio real;
que dos años te sirvió una doncella leal!.
Óyela el hijo del rey, trás ella va a cabalgar.
-Corre, corre, hijo del rey que no me habrás de alcanzar
hasta en casa de mi padre si quieres irme a buscar.
Campanitas de mi iglesia, ya os oigo repicar;
puentecito, puentecito del río de mi lugar,
una vez te pasé virgen, virgen te vuelvo a pasar.
Abra las puertas, mi padre, ábralas de par en par.
Madre, sáqueme la rueca que traigo ganas de hilar,
que las armas y el caballo bien los supe manejar.
Tras ella el hijo del rey a la puerta fue a llamar.



EL INFANTE ARNALDOS

¡Quien hubiera tal ventura sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza para su falcón cebar,
vio venir una galera que a tierra quiere llegar;
las velas trae de sedas, la ejarcia de oro terzal,
áncoras tiene de plata, tablas de fino coral.
Marinero que la guía, diciendo viene un cantar,
que la mar ponía en calma, los vientos hace amainar;
los peces que andan al hondo, arriba los hace andar;
las aves que van volando, al mástil vienen posar.
Allí hablo el infante Arnaldos, bien oiréis lo que dirá:
-Por tu vida, el marinero, dígasme ora ese cantar.
Respondióle el marinero, tal respuesta le fue a dar:
-Yo no canto mi canción sino a quién conmigo va.



ROMANCE XII DE DOÑA URRACA, CERCADA EN ZAMORA

¡Rey don Sancho, rey don Sancho, ya que te apuntan las barbas,
quien te las vido nacer no te las verá logradas!

Don Fernando apenas muerto, Sancho a Zamora cercaba,
de un cabo la cerca el rey, del otro el Cid la apremiaba.
Del cabo que el rey la cerca Zamora no se da nada;
del cabo que el Cid la aqueja Zamora ya se tomaba;
corren las aguas del Duero tintas en sangre cristiana.
Habló el viejo Arias Gonzalo, el ayo de doña Urraca:
-Vámonos, hija, a los moros dejad a Zamora salva,
pues vuestro hermano y el Cid tan mal os desheredaban.

Doña Urraca en tanta cuita se asomaba a la muralla,
y desde una torre mocha el campo del Cid miraba.



ROMANCE DEL REY DON SANCHO

-¡Rey don Sancho, rey don Sancho!, no digas que no te aviso,
que de dentro de Zamora un alevoso ha salido;
llámase Vellido Dolfos, hijo de Dolfos Vellido,
cuatro traiciones ha hecho, y con esta serán cinco.
Si gran traidor fue el padre, mayor traidor es el hijo.
Gritos dan en el real: -¡A don Sancho han mal herido!
Muerto le ha Vellido Dolfos, ¡gran traición ha cometido!
Desque le tuviera muerto, metiose por un postigo,
por las calle de Zamora va dando voces y gritos:
-Tiempo era, doña Urraca, de cumplir lo prometido.



ROMANCE DE ROSAFRESCA

Rosafresca, Rosafresca, tan garrida y con amor,
cuando yo os tuve en mis brazos no vos supe servir, no,
y ahora que os serviría no vos puedo haber, no.
-Vuestra fue la culpa, amigo, vuestra fue, que mía no:
enviásteme una carta con un vuestro servidor
y en lugar de recaudar él dijera otra razón:
que érades casado, amigo, allá en tierra de León,
que tenéis mujer hermosa y hijos como una flor.
-Quien vos lo dijo, señora, no vos dijo verdad, no,
que yo nunca entré en Castilla ni allá en tierras de León,
sino cuando era pequeño que no sabía de amor



ROMANCE DEL RETO A LOS ZAMORANOS

Ya cabalga Diego Ordóñez, del real se había salido
de dobles piezas armado y un caballo morcillo;
va a reptar los zamoranos por la muerte de su primo,
que mató Vellido Dolfos, hijo de Dolfos Vellido.

-Yo os riepto, los zamoranos, por traidores fementidos,
riepto a todos los muertos y con ellos a los vivos,
riepto hombres y mujeres, los por nacer y nacidos,
riepto a todos los grandes, a los grandes y a los chicos,
a las carnes y pescados y a las aguas de los ríos.

Allí habló Arias Gonzalo, bien oiréis lo que hubo dicho:
¿Qué culpa tienen los viejos? ¿qué culpa tienen los niños?
¿qué merecen las mujeres y los que no son nacidos?
¿por qué rieptas a los muertos, los ganados y los ríos?
Bien sabéis vos, Diego Ordóñez, muy bien lo tenéis sabido,
que aquel que riepta a concejo debe de lidiar con cinco.
Ordóñez le respondió: -Traidores heis todos sido.



ROMANCE XV DEL CABALLERO LEAL ZAMORANO Y DE VELLIDO DOLFOS

Sobre el muro de Zamora; vide un caballero erguido;
al real de los castellanos da con grande grito:

-¡Guarte, guarte, rey don Sancho, no digas que no te aviso,
que del cerco de Zamora un traidor había salido;
Vellido Dolfos se llama, hijo de Dolfos Vellido,
si gran traidor fue su padre, mayor traidor es el hijo;
cuatro traiciones ha hecho, y con ésta serán cinco!
Si te engaña, rey don Sancho, no digas que no te aviso.

Gritos dan en el real: ¡A don Sancho han mal herido!
¡Muerto le ha Vellido Dolfos; gran traición ha cometido!

Desque le tuviera muerto, metióse por un postigo,
por las calle de Zamora va dando voces y gritos:
-¡Tiempo era, doña Urraca, de cumplir lo prometido!

WWW.LOS-POETAS.COM