Poemas de Bartolomé Aregensola
WEBMASTER: Justo Alarcón
argen2.jpg (46892 bytes)

ÍNDICE
VUELTA A LA PÁGINA PRINCIPAL

SONETOS A UN LETRADO
EPIGRAMAS DÍSTICO DE AUSONIO
HOMBRE ROMANCES
ÚLTIMOS SUSPIROS MÍOS DÉCIMAS
LA FUENTE LLAMADA DE GARCILASO
AL LIBRO DE LAS FUNDACIONES DE SANTA TERESA DE JESÚS
A UN CABALLERO DE LA CASA DEL DUQUE DE HÍJAR
AL VELO DE D.ª JERÓNIMA LÓPEZ EN EL MONASTERIO DEL SANTO SEPULCRO...


SONETOS

1

A Don Martín de bolea y Castro

Aunque el bélico pecho y animoso
de tal manera a Orlando le ha ensalzado,
que está en suprema cumbre levantado,
pues en todo ha salido victorioso,

no menos por tu pluma fue dichoso,
Orlando en ser de ti tan celebrado,
que tanta fama y gloria has tú alcanzado,
cuanta él con ser en armas valeroso.

El postrimero límite y subjeto,
donde otros no pudieron allegarse,
desde allí comenzó tu vuelo altivo:

ha hallado don Martín tu gran conceto
entre furia y amor determinarse:
dio este corte y falló superlativo.


2

Soneto de Bartolomé Leonardo y Argensola al muy reverendo P. Fray Bartolomé Ponce

¿Cómo podrá premiar el bajo suelo,
subjeto al corto término de vida,
obra tan encumbrada y tan subida
que a su fin principal no abarca el cielo?

El premio, pues (divino Ponce), délo
el que, bajo accidentes de comida,
a tus manos se rinde y te convida
con el disfraz del delicado velo.

Que tu subtil labor y heroico estilo,
donde (cual muro oculto) so la yedra
más con su fortaleza reverdece,

o cual bajo la cera está el pabilo,
en rica guarnición la árabe piedra,
estando Dios, no sé qué más merece.


3

A una dama que sin beber vino ni tener negros los dientes le olía mal la boca, señal de poca castidad

Si nunca Baco y siempre fuente viva
para tus labios su licor ofrece,
y de apariencia artificial carece
esa belleza sólida y nativa,

¿de qué causa tu aliento se deriva
que los tersos marfiles obscurece?
Hoy huele a yema pollo que perece
corrompido en la cáscara abortiva.

Decir que en los convites excediendo
se estraga el huelgo, como en su frecuencia
de tu rara templanza te desvíes,

no lo quiero creer, con tu licencia.
Colorada te pones y te ríes:
mal disimulas, Filis; ya lo entiendo.


4

A una persona que se preciaba de platónica

Gala, no alegues a Platón o alega
algo más corporal lo que alegares,
que esos cómplices tuyos son vulgares
y escuchan mal la sutileza griega.

Desnudo al sol y al látigo navega
más de un amante tuyo en ambos mares
que te sabe los íntimos lunares
y quizá es tan honrado que lo niega.

Y tú, en la metafísica elevada,
dices que unir las almas es tu intento,
ruda y sencilla en inferiores cosas;

pues yo sé que Apuleyo más te agrada
cuando rebuzna en forma de jumento
que en la que se quedó comiendo rosas.


5

A un privado

Oh tú, que en las sublimes aulas de oro
de reyes vives, huye, y escarmienta
del que a nado escapó de la tormenta,
echando al mar riquezas y tesoro.

Y cuando la Fortuna en su alto coro
vieres que el rostro alegre te presenta,
teme de Amor la rigurosa cuenta,
como tragedia que provoca a lloro.

¿Qué piensas que has de hallar firme y estable
donde están en sus tronos la mentira,
la lisonja, el engaño y la mudanza?

Huye de tu rüina lamentable,
que el cielo sólo arroja rayos de ira
a los que en él no ponen su esperanza.


6

Pródiga de nariz, de ojos avara,
espaciosa de boca, angosta en frente,
mejillas de cuaresma penitente,
y barba que en pirámide repara;

bosque do el tiempo con los años ara,
encubierto a la luz del rojo oriente;
fértil mina de pez que eternamente
destila en cada poro un alquitara;

vientre de odre, pecho de amazona,
cuello de tina, brazos de cordeles,
y en piernas de raíces pies de pato;

es dibujada al vivo en líneas fieles,
monseñor, la magnífica persona
di quella che vi piace in bel ritrato.


7

A la vida quieta y libre

Quiera el primer autor que se eternice
este dichoso estado en que me veo,
adonde en paz mi libertad poseo,
que es el bien de la tierra más felice.

Apaciente cualquiera o martirice
entre quimeras varias su deseo;
llueva rojo metal, seque el Ejeo
y a los hados en suma tiranice;

que yo, mientras el cielo permitiere
que mis ojos de luz ricos se vean,
pobre entre pobres lares verme quiero;

que nunca el rayo a los humildes hiere,
ni Jove deja que afligidos sean
de tirano envidioso o lisonjero.



8

Cuando a su dulce olvido me convida
la noche, y en sus faldas me adormece,
entre sueños la imagen me parece
de aquella que fue sueño en esta vida.

Yo, sin temor que su desdén lo impida,
los brazos tiendo al gusto que me ofrece;
mas ella (sombra al fin) desaparece,
y abrazo al aire, donde está escondida.

Así burlado, digo: «¡Ah falso engaño
de aquella ingrata, que aun mi mal procura;
tente, aguarda, lisonja del deseo!»

Mas ella, en tanto, por la noche obscura
huye; corro tras ella, ¡oh caso extraño!
¿Qué pretendo alcanzar, pues sigo al viento?


9

A la mañana de la resurrección

Porque hoy llegó a sus términos la ira
del daño universal, más viva aurora
cuanto yace en sus fábricas explora,
cuanto crece a su luz, cuanto respira.

Naturaleza en sus esencias mira
intrépida virtud que las mejora,
y que la suerte humana vencedora
a sucesos más prósperos aspira.

En tanto que el eterno anfiteatro
hoy introduce al inmortal difunto,
componiendo otra vez el orbe suyo,

mísero yo en el ámbito de un punto,
de esta segunda perfección me excluyo
y a dioses fabricados idolatro.


10

A una dama que desdeñaba un paje suyo, con quien estaba amancebada

Pues tú con tanta propiedad desdeñas
ese paje que es todo tu apetito,
miente de cualquier cosa el sobrescrito:
no es frío el hierro, ni ásperas las penas.

Sabe, señora, que una de tus dueñas
(a quien yo algunas veces ejercito)
me hace ver en tus brazos el cabrito
que, como cabra, en tu retrete ordeñas.

Pues yo le vi atreverse a tu camisa
suplir pródigamente ajenas menguas
de tu marido, por tu industria ausente;

y mientras ambos os chupáis las lenguas,
yo, atento al espectáculo, impaciente,
muerdo la mía con envidia y risa.


11

A un amigo que no daba en el punto para alcanzar cierta dama

En la edad de oro, aunque hubo afectos tiernos,
se ve que honestidad guardaron, Niso;
mas la de plata el freno más remiso
vio en frente humana los primeros cuernos.

La de hierro acabó de ensordecernos
a la voz del ejemplo y del aviso;
después ningún metal, de honesto, quiso
intitular la edad de los modernos.

Y por Gala, tu Eurïalo, cautivo,
no sin risa del pueblo anda fogoso,
cohechando siervos y falseando llaves.

Dile tú que lo trate con su esposo,
que, con ciertos capítulos süaves,
su mismo esposo le tendrá el estribo.




12

Rendida la cerviz al sacrificio,
en la ardiente parrilla recostados
están los duros huesos abrasados,
sin mostrar de flaqueza algún indicio.

«Tu amor, mi Dios, teniéndote propicio,
aunque el rigor del fuego era sobrado,
por Dios y por señor te he confesado,
poniendo en alabarte mi ejercicio.

»Como al oro en el fuego me probaste,
y aunque fue tan terrible aquel tormento,
lo deshice, en tu amparo confiado.

»Así mi corazón perfecto hallaste,
que, por tener en ti su dulce asiento,
no le es notado rastro de pecado.»


13

Hoy que amontona fiestas y alegrías
la madre más fecunda y la más santa,
dando a sus buenos hijos toda cuanta
honra les dio partida en muchos días,

subid, deseos y esperanzas mías,
donde se goza lo que aquí se canta,
sin temer la grandeza que os espanta
de aquellas celestiales jerarquías.

Penetrad los palacios soberanos
hasta el trono do asiste el Rey que juzga
y gobierna y sustenta a los mortales;

y ved si entre sus nobles cortesanos
habrá por gran favor quien me introduzca
siquiera en el zaguán o en sus umbrales.


14

Lo que merece nombre de esperanza
nace de causa de esperar dudosa,
si se espera sin ella, y fe animosa,
si con seguridad es confianza.

Si a complacer en lo imposible alcanza,
puede llamarse adulación forzosa,
y casi posesión toda otra cosa
que quita el miedo a la desconfianza;

declina Amor en quien esperar puede,
que la enajenación y encogimiento
aun discurrir al esperar prohíbe,

Y en el gozoso asombro que pretende,
contemplando posee el pensamiento
todo el bien de que nace y de que vive.


15

A Dios omnipotente

Señor, que miras de tu excelsa cumbre
el tiempo todo en un presente eterno,
tu imagen mira en mí, que al ciego infierno
la inclina su terrena pesadumbre.

Oh suma luz, ya la encendida lumbre
de mi gozoso abril florido y tierno
muere, y ya temo ver en el invierno
más verde la raíz de mi costumbre.

Mírala, sacro santo Rey divino,
con ojos de piedad, que al dulce encuentro
del rayo celestial verás volvella

a verte, como en vidrio cristalino
la imagen mira el que se espeja dentro,
y está en su vista dél su mirar della.


16

Corneja que vestiste ajenas plumas,
ganso que le usurpaste al cisne el canto,
cuervo cuyo graznar anuncia llanto,
voz que siendo de Arcadia suena en Cumas;

como hendrija de pipa te rezumas,
el rebozo destapa, quita el manto,
ingenio de almofrex de cal y canto,
ligero como plomo en las espumas;

que dejes de enredar más el urdimbre
de parte de las Musas te conjuro,
antes que el bello Apolo te confunda.

No mezcles nuestro abril con tu diciembre;
si no, por el Estigio lago juro
que el verdugo te dé una brava tunda.



17

Mi afecto, Amor, me acometió con brío,
mas no pudo rendirme a tu obediencia,
ni la exterior beldad que con violencia
dio el mismo asalto al pensamiento mío;

hasta que con más noble poderío
allanó la razón mi resistencia,
y por su autoridad y en su presencia
juró tu servidumbre mi albedrío.

Mas aunque la prisión que arrastro suena,
y sabe Cintia bien que adoro el peso,
no la oye, o no la admite, o la aborrece.

Suple o adorna tú el valor del preso,
pues su elección ya sierva no merece
que Cintia quiera asir de la cadena.


18

A Felipe cuarto, que entró en un convento de monjas y le ayudó el patrón

Qué mucho que en tus lámparas, oh Vesta,
la casta luz tus vírgines desamen,
si en una tiene concubina el flamen,
fuego vecino por lo menos tuesta.

Y ella hace ostentación de tan honesta,
que siempre que ante Séneca la llamen
pasará sin temor por el examen
de recoger el agua en una cesta.

¿Es posible que al cómplice estupendo
le admitan sin horror las aras pías
que han recibido dél tantas injurias?

A Júpiter al fin yo no lo entiendo:
él castiga con rayos niñerías
y solapa sacrílegas lujurias.


19

Hoy el nefando autor del color bayo
y el sacrílego vil que a hecho injuria
al sacro honor de la romana curia
son mariposas en el blanco sayo.

Guarda, Sodoma, que deciende el rayo
dela mano de Dios, con justa furia,
contra la gomorrea vil lujuria
que abrasa a España con mortal desmayo.

Saca en los hombros la virtud, Eneas,
de las llamas del ocio consumida,
si ser piadoso príncipe deseas.

Camina, Loth, con tu mujer querida;
vuelve los ojos, Corte, no lo veas,
si no quies ser en piedra convertida.


20

Soneto a Madrid, cuando se trataba mudar la corte a Valladolid

Volverse han muchos a labranzas toscas,
que fueron sus primeros ejercicios;
tratarán los magnates y patricios
en rubias mieses y vacadas hoscas.

Dejarán las culebras ya sus roscas
en que enlazaban huéspedes novicios;
andarán los casados en sus quicios,
pues le dejan en paz su miel las moscas.

Viviráse con gusto y más sin arte,
y cesará el hablar por cartapacio,
engomar el copete y frente lucia,

y las mohatras en igual descarte.
En faltando la Corte, Rey, Palacio,
aunque limpia, Madrid será muy sucia.

up.gif (987 bytes)

A un letrado

Si vos pretendéis que venga
a ser tan gran necio el mundo,
que por vuestra barba luenga,
por filósofo profundo,
sin otro argumento, os tenga;
mirad que dais ocasión
a que ya cualquier cabrón,
por la gran barba que cría,
aspire a ser algún día
otro Séneca o Platón.

up.gif (987 bytes)


Epigramas

1

Cuando una liebre me envías,
Gelia, me sueles decir:
«Mi Marcial, has de salir
hermoso estos siete días.»
Si no te burlas, si das
crédito a tales antojos,
Gelia, liebre tú a mis ojos
no la comiste jamás.


2

Escribí y no ha respondido
Nevia; luego indicio es malo
que no hará lo que le pido;
pero pienso que ha leído
mi billete; luego harálo.

up.gif (987 bytes)

Dístico de Ausonio

Dido infeliz, no bien eres
dada a marido ninguno,
huyes, cuando muere el uno,
y cuando el otro huye, mueres.

up.gif (987 bytes)


Al libro de las fundaciones de Santa Teresa de Jesús

Bien probáis que quien se humilla
crece, oh virgen, hasta el Cielo,
pues le fundáis un Carmelo
en cada humilde casilla;
demás que otra maravilla
merecen ver superior:
que las baña un resplandor
tan apacible y tan fuerte,
que en cada cual se convierte
vuestro Carmelo en Tabor.

up.gif (987 bytes)

A un caballero de la casa del duque de Híjar, que trajo un francolín al autor de parte de la duquesa Doña Estefanía, siendo dama

Si es cosa cierta, señor,
que suelto el francolín canta,
y le añuda la garganta
la vista del cazador;
por retrato de mi amor
la dulce tirana mía
este francolín me envía:
mas si a cantar me atreví,
y en viéndola enmudecí,
yo seré cisne algún día.

up.gif (987 bytes)

Hombre

Hombre, si esa unión divides
que se obró con astas fuertes,
por presto que la conciertes
habrá tardanzas y lides;
húyelas, y como Alcides,
siquiera una vez, temprano
forma un justo abrigo humano
que dure y guarde tus paces,
pues para este fin las haces
con el acero en la mano.

up.gif (987 bytes)

Al velo de D.ª Jerónima López en el monasterio del Santo Sepulcro de Zaragoza

Si os ha de valer a vos
el privilegio de esposa,
ya, Jerónima, sois diosa,
porque os desposáis con Dios.

Iguala Amor los amantes,
y él sólo es quien juntar sabe
con lazo fuerte y süave
los extremos más distantes.

Hoy lo muestra bien con vos,
pues de sierva os hace esposa,
dándoos título de diosa
por ser esposa de Dios.

A vuestro esposo abrazad
porque en ese abrazo estrecho
os comunica el derecho
no menos que a su deidad.

Ya el Reino es de ambos a dos,
porque la unión poderosa
os transforma a vos en diosa
desde que os casa con Dios.

up.gif (987 bytes)

Últimos suspiros míos

Últimos suspiros míos,
pues que me dejáis de suerte
que, en despidiéndoos, la muerte
hinchirá vuestros vacíos,
partir con vuelo ligero
a dar nuevas del postrero
esfuerzo con que os arrojo,
si no habéis de dar enojo
con decir lo bien que muero.

Que pues no gusta esta fiera
de haberme dado la vida,
también quedará ofendida
de oír que por ella muera;
mas si entrambas cosas siente,
decidle que se contente
del fruto de sus desdenes,
pues ninguno de estos bienes
le dio voluntariamente.

Y si en ella echáis de ver
señales de compasión
(¡oh triste imaginación,
lo que me atrevo a creer!),
proseguid y acrecentad
aquella tarda piedad
hasta que mi muerte sienta
de suerte que se arrepienta
en vano de su crueldad.

Porque es tan libre y altiva,
que si no a su pecho injusto
jamás ha mostrado gusto
de que muera o de que viva;
y yo, intérprete confuso,
cuando su silencio acuso,
o el público desamor,
por cordura y por valor
lo canonizo o lo excuso.

Pues basta lo que he vivido,
ni admitido ni olvidado
que sin saber si la enfado,
soy por su ley excluido;
su vida tan trabajosa,
pues que la muerte es honrosa,
acertado el trueque fue,
que en su callar bien se ve
que no esperaba otra cosa.

¡Oh Dios, qué trasordinaria
y tiránica inclemencia
con no hacer diligencia
mostrar que no es voluntaria;
y que obedeciendo a tiento
adivinemos su intento,
y ella mire los servicios,
no obligada a dar indicios
de amor o aborrecimiento!

Por otra parte, el engaño
en que por su causa estoy,
hace sospechar que soy
yo mismo autor de mi daño,
y que el fuego donde moro,
cual salamandra lo adoro
aunque yo sigo otro estilo,
que muero como Perilo
dentro de su mismo toro.

¿Cuál es mayor maravilla,
el padecer con valor
vida de tanto rigor,
o morir por no vivilla?
Yo que no me satisfago
de sufrir sólo un estrago,
ambicioso de más gloria,
en esta última victoria
ambas maravillas hago.

Mas, triste, ya está a la puerta,
¡oh mis suspiros!, la vida
debilitada y perdida
y de espíritus desierta.
Id volando, no tardéis,
que detrás la llevaréis
como víctima al altar,
donde podréis celebrar
con llanto lo que perdéis.

Yo, cual cisne que lamento
el fin que contento espero,
¡en qué desdén vivo y muero,
que es nido y sepulcro junto!
Y mi lástima os obliga
a que cada cual le diga
que sea a todos intractable,
pues quien la mereció afable
no la mereció enemiga.

up.gif (987 bytes)

Romances

1

Aquel pastor, que pajizo
un vestido hizo en la aldea
y por volverlo encarnado
gotas de sangre le cuesta

(es tan costosa la gala,
que ha comprado cinco piezas
de grana, que le hizo Tiro
en el blanco de una oblea),

hoy sale en santa Lucía
y ofrece a todos su mesa,
que es la vida perdurable
contar el regalo de ella.

Se casa en casa Bernardo,
que en pruebas de su limpieza
un hábito da a la novia
y en su orden la encomienda.

En el raso de los cielos
hale cortado la tela:
mucho durará el vestido
por ser gala sempiterna.

Toda de blanco la viste,
y en la cruz roja le muestra
la pureza de su sangre,
dulce candor de sus venas.

La novia el alma le ofrece
con mucha gracia dispuesta,
en tres potencias su dote,
en la condición su suegra.

Si calidad sólo busca
en su profesión por prenda,
sin duda es galán de la alma
pues se paga de finezas.

De fina y enamorada
con sus tres votos profesa,
y para no errar el caso
toma en Bernardo la regla.

Este favor que recibe
es una merced muy cierta,
que pasará a señoría
cuando se vea abadesa


up.gif (987 bytes)

Romance lírico

¡Oh qué soberanas lumbres
dispensan cándidos rayos,
y entre soñolientas luces
el sol sale pestañeando!

El sol de justicia viene,
y del Oriente los lazos
desata la claridad
que en botón tuvo el ocaso.

Crédito es la Providencia
que el rosicler desmayado
temió no gozar el día
desconfió del sol los pasos.

Esta fiesta lo publica,
y a su común desagravio
fundará la Providencia
religión en Cayetano.

¡Oh qué noblemente espera
el influjo soberano
sin zozobrar que le pase
su fecundidad por alto!

Toma el ejemplo en las aves,
que ramilletes del campo
a flor y pluma vinculan
el alimento del canto.

Sus censos son la piedad,
la limosna el mayorazgo
fundado en el no pedir,
que es un vínculo apretado.

La viña del Evangelio
a sus hijos ha dejado:
manda que cojan buen fruto
y son las cepas carrascos.

Vivid, hijos del cristal
de roca más soberano,
a cuyo espejo las luces
reflejos dan por milagros.

Que aunque mis coplas lo empañen
con el aliento bastardo,
en los lejos de sus sombras
habrán visto su retrato.


3

Sabia pastora, decid:
¿Cuándo las penas que siente
supo tan discretamente
templarlas Valladolid?

No me juzgues por tan lerda
que crea que es la poeta
que habla tan como discreta
y siente tan como cuerda.

Agravios harto diversos
de los de la Corte son
los que con la indignación
os hacen componer versos.

Que como anda en esta casa
quien gasta tan buen humor,
que en poético furor
se tuesta, si no se abrasa,

por las poetas crespinas
os le dan las nueve hermanas,
bien que con ellas humanas
y con vos más que divinas.

Andad entre las poetas,
a lo menos con los dos,
aunque se diga por vos
Saúl entre los profetas.

Que seso en quien tanto cabe
no es posible que no pegue
a cualquier que se le llegue
cordura y estilo grave.

Cuanto a mí (pues ya he juzgado
sin aplicación escura
que es Valladolid figura
y algo más lo figurado)

digo que con vos, severo,
las penas de esta tardanza,
en virtud de la esperanza
de otro tiempo venidero.

Súfrase quien penas tiene,
pero si no enmienda el cielo
a la causa, no es consuelo
que siempre tras tiempo viene.

Pues las coplas crispinales
las tocas os han quitado,
y con zurrón y cayado
os sacan a los jarales,

bien puedo yo desde agora
con vuestra buena licencia,
pues no es contra mi conciencia,
trataros como a pastora.

up.gif (987 bytes)

A la fuente llamada de Garcilaso

Pasajero, a la gran fuente
donde has suspendido el paso,
ya con versos Garcilaso
detuvo el de su corriente.

Consonancia tan vehemente
¿a cuál Orfeo no admira?

Pero es Palas quien la inspira,
que, como en el campo armada,
le ciñó su misma espada,
le dio aquí su misma lira.

up.gif (987 bytes)

DÉCIMAS

1

A un primer movimiento de amor

Apriétame de manera
cierto pensamiento mío,
que cuanto más lo desvío,
se introduce y apodera.
¿Qué no hará, si persevera
en seguir su competencia?
Y más si mi resistencia
acude a paso tan lento;
que pierde el merecimiento
la contraria diligencia.

Aunque (por decir verdad)
tan agradable se ofrece,
que atropellarlo parece
villanía y crueldad.
Terrible severidad
es esta de la razón;
que arme a un tierno corazón
contra el hijo natural.
Luego, si resiste mal,
no le cause admiración.

No hago todo lo que puedo,
y no puedo más hacer;
que a la gloria de vencer
tengo cobrado gran miedo.
Es mengua, yo lo concedo;
mas si con fuerza lo evito,
doile vigor infinito,
porque, al fin, he descubierto
que cuanto más lo divierto,
crece porque lo ejercito.

Que como al alma acompaña
este apacible importuno,
en viendo descuido alguno,
valiéndose dél, la engaña.
Y de tal gloria me baña
infundido por el seno,
que no le tuvo tan lleno
de Apolo alguna Sibila
como cuando en mí distila
su dulcísimo veneno.

Retrátame en la memoria
de Amarilis la belleza,
ya que no hay naturaleza
que resista a tanta gloria;
mas si queda esta vitoria
(por resistida) imperfeta,
acude con nueva treta
eficaz y poderosa,
y píntamela piadosa,
que es con lo que me sujeta.

Al fin, viene a ser deseo
esto que me hace la guerra,
que derribado por tierra,
cobra fuerzas como Anteo.
Del aprieto en que me veo
(pues nunca inferior me vi),
yo solo la causa fui;
porque no fuera Dios fiel
si le hubiera dado a él
mayores fuerzas que a mí.


2

Cuando la razón tenía
mis afectos concertados,
le fueron tiranizados,
y, a mi ver, sin tiranía;
porque Amor, que pretendía
ser dueño del corazón,
le mostró a Filis acción
tan apacible y tan fiel,
que ya no ha dejado en él
ni un átomo a la razón.

Y luego que a la obediencia
de Filis tuvo rendidos
con los fáciles sentidos
los de mayor excelencia,
en lo puro de mi esencia
(a cuya luz no se atreve
ni una nubecilla leve)
le dedico el vivo altar,
donde se humana a aceptar

el culto que se le debe.
En esta región secreta
no tiene el engaño parte,
ni la adulación ni el arte
que a la fortuna respeta;
de la sencillez perfecta
(diosa en esta esfera) alcanza
mi decoro su alabanza,
porque, a merecer atento,
ejercita el sufrimiento,
y no escucha a la esperanza.

Generosa la pureza
se entraña aquí en las acciones,
por quien acepta sus dones
otra no vulgar nobleza;
que como Naturaleza
en lo esencial siempre es una,
no son de importancia alguna,
para premiar voluntades,
las falsas desigualdades
que introdujo la fortuna.

Y así con esta igualdad
(aunque a la humana licencia
pone Filis reverencia
y horror su divinidad),
las alas de mi verdad
por los claros aires pruebo,
donde, con ejemplo nuevo,
propicio al sol me asegura,
en cuya luz limpia y pura
con felicidad me elevo.

Por fértiles, ya no pueden
caber sus efectos dentro
en mi fe; y así, del centro
que los atesora exceden;
y él, aunque más raros queden,
cuanto menos exteriores,
muestra en ellos sus favores,
atónito de que pudo
llevar con silencio mudo
finezas tan superiores.

Mas si en el estéril seno
es Amor quien los cultiva,
cierto es que dél se deriva
fruto de sazón tan lleno.
Así con humor ajeno
crecen pimpollos altivos
que en infelices olivos
ingirió industriosa mano,
y el árbol se mira ufano
de los ramos adoptivos.


3

Burléme (yo lo confieso)
de tus cadenas, Amor,
mas no merecí el rigor
que padezco en ellas preso.
A mi exceso (si fue exceso)
excede el de tu venganza,
pues ya en mi nueva mudanza
no sólo pruebo su furia,
sino que adoro la injuria
de tu perdida esperanza.

Si te ha ofendido la historia
de mi desdeñosa edad
(demás que su libertad
fue materia de tu gloria),
nunca es mayor la vitoria
que el esfuerzo del vencido;
y tú sabes que lo he sido,
no desarmado ni huyendo,
pues me hallaste resistiendo
valiente y apercebido.

Y ambos podemos por esto
fundar justa competencia:
tú en mi grande resistencia,
yo en lo mucho que te cuesto;
pues para rendirme has puesto,
contra mi libre opinión,
la más alta perfeción:
armas con cuyo poder
te fuera fácil traer
los dioses a tu prisión.

El resplandor de unos ojos,
donde tus flechas enciendes,
a cuya deidad suspendes
los enemigos despojos;
allí entre tus dardos rojos
gimen corazones vivos,
que padecen por altivos
los efetos de tu ira;
y porque Cloris los mira,
se precian de tus cautivos.

Tú allí, pues tanta noticia
tienes de mi esfuerzo, advierte
que estimar al cauto y fuerte
no es piedad, sino justicia.
Verás cómo en tu milicia
las finezas que yo enseño
(que siendo de mejor dueño
no he de mostrar menos brío),
si cuando arde el hierro frío,
arde más que el seco leño.

Mas, ¡ay!, que en plazos tan largos
esta esperanza risueña
(aun cuando los desempeña)
obra efectos más amargos.
Así con los ojos de Argos
el pavo al sol desafía,
y cuando más lozanía
muestra en las plumas lucientes,
triste y con ojos prudentes,
encoge su gallardía.

No trate desta manera
tu esperanza a quien la sigue,
sino es para que castigue
al que sus glorias espera;
pues cuando más verdadera
y constante nos parece,
recibimos las que ofrece
los que en su fe confiamos,
y al fin velando soñamos,
y el desengaño enmudece.


4

Silvia, dos arcos te ha dado
para tus cejas Cupido,
de ébano son (no bruñido
dices tú, sino aserrado);
mas ni el marfil transformado
en el honor de tu frente
recibe sombra indecente,
ni el de las pestañas graves
turba en tus ojos suüaves
la serenidad luciente.

Antes sus flechas envía
con esos arcos Amor,
y el vecino resplandor
es su aljaba o su armería.
En ellos la diestra impía.
de rendir no satisfecha,
las puntas de oro pertrecha
de cierto rigor tan vivo,
que es ya un rayo vengativo
el cuento de cada flecha.

Ese casto ardor sereno,
que el alma en tus ojos puso,
hierve en las flechas infuso,
de clemencia y de ira lleno;
que ambas fuerzas desde el seno
tu ardiente luz les inspira,
cuando a su instancia las mira,
para que obre más estragos
la clemencia con halagos
que con desdenes la ira.

Que el golpe de un desdén claro,
aunque atormente, no injuria,
pues no es descortés la furia
que nos previene al reparo.
Mas ¿quién prevendrá un tan raro
género de rendimiento,
si lo advierte el mismo acento
que halaga con la bonanza,
animando la esperanza
con mengua del sufrimiento?

Así el favor nos oprime,
Silvia, en tu vista risueña
más que cuando nos desdeña
desde su altivez sublime.
¿Quién no yace, o quién no gime
a tu libre condición?
Tragedia es y adulación,
que, en fe de sí misma, atiende
a la crueldad, que pretende
que la llamemos razón.

Di que es crueldad; no la dores;
que la razón no ha de hacer
ministro al mismo placer
del mayor de los rigores.
Como áspid entre las flores,
nos da la muerte escondida,
para que asalte la vida,
cuando en tu gracia inhumana
se entretiene más ufana
y menos apercebida.

Silvia, no más; considera
si es bien que luego comiences
a conservar lo que vences,
porque tu gloria no muera.
Caiga la piedad severa,
con que ha tanto que fulminas
desde esas luces divinas;
que no es gloriosa vitoria
la que encomienda su gloria
al horror de unas rüinas.


5

A una dama que le tiró una naranjilla con agua de azahar

Dulce señora, no hallar
fiel vuestra bala quisiera,
pues siendo verde y de cera,
me previene a no esperar;
porque escondéis el azar
en lo hueco de lo verde,
para que por él me acuerde
que, con esperanza vana,
cuanto en lo exterior se gana,
en lo sustancial se pierde.

up.gif (987 bytes)

VUELTA A LA PÁGINA PRINCIPAL