Poemas de Luis G. Urbina
WEBMASTER:  Nuri de la Cabada 

ebunkno.jpg (31082 bytes)
ÍNDICE
VUELTA A LA PÁGINA PRINCIPAL

A ERIGONE A SOLAS
A THAIS ANTIFONA
¡AVE CESAR! EN MEMORIA DE MI PERRO
HECHICERA MADRIGAL EFUSIVO
MARIPOSAS DE ENERO REDENCIÓN


A ERIGONE

Deja que llegue a ti, deja que ahonde
como el minero en busca del tesoro,
que en tu alma negra la virtud se esconde
como en el seno de la tierra el oro.

¡Alma sombría, ayer inmaculada!
Tu caída me asombra y me entristece.
¿Qué culpa ha de tener la nieve hollada
si el paso del viajero la ennegrece?

No mereces castigo ni reproche;
entre los vicios tu virtud descuella;
que en el pliegue más negro de la noche
brilla más para la lejana estrella.

La mano aleve que al rosal arranca
su flor más bella, y luego la deshoja;
la que manchó tu vestidura blanca,
la que en los brazos del placer te arroja;

la que apagó en tu frente de azucena
la llama del pudor y la alegría,
y ornó tu sien, marchita por la pena,
con las deshechas flores de la orgía,


es la que al verte desvalida y sola,
te empuja hacia el abismo, sin aliento;
la que tu amor y tu pureza inmola
por el amargo pan del sufrimiento.

Me admiran tus heroicos sacrificios;
me admira que no temas, que no dudes,
y que en la árida roca de los vicios
puedan colgar su nido las virtudes.

Por eso llego a ti ¿no lo imaginas?
A ver surgir, cual gratas ilusiones,
luz entre sombras, flores entre ruinas,
¡amor entre los muertos corazones!

Vengo a cubrirte de brillantes galas,
a ser tu protección y tu consuelo,
y a desatar tus poderosas alas
¡para que puedas ascender al cielo!




A SOLAS

Yo soy muy pobre, pero un tesoro
guardo en el fondo de mi baúl:
una cajita color oro
que ata un brillante listón azul.
La abro ¿qué tiene?.... Hojas de rosas,
secas reliquias de un viejo amor,
alas sin polvo, de mariposas,
mirtos, gardenias y tuberosas.....
¡Muchos recuerdos en cada flor!

El amuleto que ató a mi cuello
mi santa madre cuando marché;
el blondo rizo de aquel cabello
que tantas veces acaricié.
¡Cómo me alegra la fecha escrita
en esta opaca cruz de marfil!
¡Ah, virgen mía, mi virgencita,
aquí conservo la margarita
que deshojaste pensando en mi!

¡Cuántos recuerdos de lo pasado!
¡Cuántas escenas miro volver!
Me siento joven y enamorado,
feliz y bueno como era ayer.
¡Veo mis bosques y mis colinas,
mi triste pueblo, mi pobre hogar,
y hasta el enjambre de golondrinas
que hizo sus nidos en las ruinas
de la parroquia de mi lugar!

Si alguna oculta pena me agobia
leo las cartas que guardo allí;
las de mi madre, las de mi novia;
dos almas buenas que ya perdí.
Sus torpes lazos mi fe desata,
y entonces oigo –¡dulce ilusión!–
cantos de ángel, música grata,
suaves preludios de serenata,
ruido de alas en mi balcón!

Mientras su duro rigor no ablande
la suerte impía, negra y fatal,
yo no conozco dicha más grande
que la que siento con recordar.
Ser consolado ¡qué gran anhelo!
Entre tinieblas soñar con luz,
pisar abrojos y ver el cielo,
sentir dolores y hallar consuelo
en las memorias de la juventud!

Están ya secas las tuberosas
como está seco mi corazón,
y desteñidas las mariposas
como las alas de la ilusión.
Y sin embargo, sonrío y lloro
si miro el fondo de mi baúl,
y allí contemplo mi gran tesoro:
una cajita color de oro
que ata un brillante listón azul.



A THAIS

Beso tus ojos tristes como suele
sus reliquias besar, en tanto reza,
una anciana piadosa. Y tu cabeza
que a perfumadas liviandades huele,

beso, porque mi beso te consuele,
mi beso que es unción y que es tristeza,
mi beso que está limpio de impureza,
mi beso que no mancha y no duele.

Yo bien sé que es romántica locura
besarte así, con beso que no alcanza
a encender la pasión sensual e impura;

mas gusto de juntar, en suave alianza,
mi aspiración de amor y de ternura
a tu ideal de ensueño y esperanza.




ANTIFONA

En mi angustia, callada y escondida,
sé tú como enfermera bondadosa,
cuya mano ideal viene y se posa,
llena de suave bálsamo, en la herida.

Ríe en mi tedio –sepulcral guarida–
como un rayo de sol en una fosa;
perfuma, como un pétalo de rosa,
el fango y la impureza de mi vida.

Del corazón en el silencio, canta;
entre las sombras de mi ser, fulgura;
mi conturbado espíritu levanta;

enciende la razón en mi locura,
¡tengo hambre y sed de bien!... Dame una santa
limosna de piedad y de ternura.....



¡AVE CESAR!

Herido voy, herido; no me alienta
la muchedumbre que en el circo clama,
y entona canto a la verde rama
que allí en la sien del vencedor se ostenta.

La misma multitud es la que afrenta
al que en la lucha desigual, se inflama,
y al fin sucumbe, sin honor ni fama,
la espada rota y la cerviz sangrienta.

Yo entré a la lid intrépido y gozoso.
“Los muertos te saludan”, dije al mundo.
Miré a las fieras; me sentí coloso:

luché; me hirió la duda en lo profundo,
y entre el polvo del carro victorioso,
ya ruedo por la arena, moribundo.




EN MEMORIA DE MI PERRO


Del raído jergón en que yacía
mi perro moribundo, alzó la testa,
la gran testa escultórica, orgulloso
y altivo, como un dios agonizante.
En sus ojos, profundos y febriles,
súbitamente se encendió un relámpago
de amor inmenso. Mi tristeza entonces
quiso asomarse a mis pupilas para
dar un adiós a aquel amor sublime.

La bestia, estremecida con temblores
de ternura, miró caer mi llanto,
y con un rudo y soberano gesto
de angustia y de dolor -¡Gracias!- me dijo.
Después, con lentitud doliente y grave,
tras la fatiga del supremo empuje,
como en un cabezal, reclinó el perro
la gran testa escultórica en el muro.
Pero sus ojos tristes, triste, tristes,
me siguieron hablando:

Es la primera
vez que no te obedezco, no me llames,
ya te voy a dejar, amado mío.

“Viví por ti, por ti, para atraerme
todas las emociones de tu alma,
tus goces, tus pesares y tus sueños;
para buscarte en todo, porque eras
mi única aspiración. A una caricia
de tu mano, a un acento, a una apacible
mirada, se dormían mis instintos,
y un ser inteligente, amable, dócil,
generoso, leal, siempre dispuesto
al sacrificio, fui, bajo el encanto
de tu voz, tu caricia o tu mirada.
¿Quién te amó más que yo, sin un instante
de duda, de desdén o de abandono;
sin una gratitud, sin un olvido,
sin dejar de ser tuyo, siempre tuyo?
Fui el compañero insomne de tus penas,
un guardia en el peligro. Fui tu siervo
en el placer, tu amigo en el quebranto,
tu jovial camarada en la alegría.
Acuérdate: se fueron los efímeros
amores, la ilusión y la esperanza;
cantando se alejó la nave de oro
y nos dejó en la orilla oscura y sola.
¿Qué te quedó del universo, oh pobre
soñador de remotos ideales?
Arriba, mucho cielo, el impasible;
abajo, mucha tierra, la infecunda.
Y yo que era la piedad; un átomo
de vida unido a ti por misteriosos
enlaces. Y marchamos. ¿Hacia dónde?
¿al bien? ¿al mal? No importa; íbamos juntos.
Yo fui el festejador de tus sonrisas,
el cantor de tus negras soledades,
yo vigilé tus tristes pensamientos,
yo comí el pan mojado con tus lágrimas.
En el silencio del hogar sin lumbre
yo consolé tus noches de delirio,
y clavando mis ojos en los tuyos
te pregunté ¿qué tienes? ¿por qué lloras?
Ya ves, me voy, te dejo; me entristece
pensar en que ya no habrá quien te acompañe
por el camino, como yo, besando
tus huellas en el polvo del sendero.
Te quedas con los hombres, los que olvidan,
los que traicionan, los que engañan, solo,
mirando hacia los cielos impasibles,
en pie sobre la tierra despiadada.
Mi muerte no es la tuya; tú sucumbes,
y, transformado, asciendes a otros mundos;
yo fui materia que te amó, no tengo
alma con que esperarte en otra vida.
Tú eres inmortal; sueñas que, errante,
por ese mar azul y luminoso,
buscarás, de astro en astro, la imposible
quimera de tu espíritu. Yo vuelvo
a pudrirme en el fango del que salen
el monstruo y el reptil, flores y estrellas.
Mas ....cree en el amor, existe; mira,
soy una prueba de que existe: toma
aliento y fe de mi postrer mirada....”

Y un último relámpago en sus ojos
el amor encendió. –Gracias, le dije,
y me incliné a besar la moribunda
cabeza de aquel dios agonizante.

Los tardíos luceros de la noche
se desleían; un helado viento
como un soplo de muerte, recorría
la llanura en tinieblas; y en el fondo,
tras un alcor, un árbol se agitaba
como dedo que niega.

Lentamente,
sobre el negro ataúd del horizonte,
un crespón blanco apareció en la sombra
y se extendió como triunfal bandera
por el contorno azul de la montaña.

Yo, arrodillado en el jergón raído
en que mi perro agonizaba, estuve
por instantes sin fin, absorto en una
honda meditación. Un gran misterio
rodeábame.....

Y uno de mis niños
se asomó a la ventana de la alcoba
y me gritó: Papá ¡muy buenos días!



HECHICERA

No sentí cuando entraste; estaba oscuro,
en la penumbra de un ocaso lento,
el parque antiguo de mi pensamiento
que ciñe la tristeza, cual un muro.

Te vi llegar a mí como un conjuro,
como el prodigio de un encantamiento,
como la dulce aparición de un cuento:
blanca de nieve y blonda de oro puro.

Un hálito de abril sopló en mi otoño;
en cada fronda reventó un retoño;
en cada viejo nido, hubo canciones;

y, entre las sombras de jardín –errantes
luciérnagas– brillaron, como antes
de mi postrer dolor, las ilusiones.




MADRIGAL EFUSIVO


Déjame amar tus claros ojos. Tienen
lejanías sin fin, de mar y cielo,
y sus fulgores apacibles vienen
hasta mi corazón como un consuelo.

Deja que con tus ojos, se iluminen
mis viejas sombras y se vuelvan flores;
deja que con tus ojos se fascinen,
como aves de leyenda, mis dolores.

Que vea en ellos astros errabundos,
que en ellos sueñe inexplorados mundos
que en ellos bañe mi melancolía...
Son tristes, luminosos y profundos,
como puestas de sol, amada mía.....



MARIPOSAS DE ENERO

Un día de invierno gris y opaco. Tienen,
el jardín pereza, modorra las flores,
cansancio las aguas, que apenas sostienen
erguidos los chorros de los surtidores.

No hay aves que trinen; no hay voces que suenen;
y en la anemia de la luz y los verdores,
dos mariposillas que van y que vienen
sacuden las alas de flavos colores.

¡Buscáis miel, ilusas! La miel ya no existe,
y un tropo me asalta, muy viejo y muy triste:
las dos ilusiones de mi vida entera.

(¡Amar! ¡Ser amado!) son dos mariposas
en un jardín mustio que no tiene rosas....
son dos rezagadas de la primavera.




REDENCIÓN

Te quiero porque en tu alma vive el germen
de ternura infinita,
como diáfana gota de rocío
sobre una flor marchita;

te quiero porque he visto doblegarse
tu espléndida cabeza;
porque sé bien que en medio de la orgía
te invade la tristeza;

porque has pasado por la senda estrecha
en los grandes zarzales de la vida,
sin desgarrar tus blancas vestiduras,
sin hacerte una herida;

porque has ido pidiendo por el mundo,
con el candor de un niño,
a cada corazón a que has tocado,
un poco de cariño;

porque indica profundo sufrimiento
tu pálida mejilla;
porque en tus ojos que placer irradian
también el llanto brilla.

Te quiero; nada importa que cansado
tu espíritu se aduerma;
yo lo habré de animar, yo daré aliento
a tu esperanza enferma.

¡Mariposa que fuiste entre las flores
dejando tus bellezas y tus galas,
yo volveré a poner el polvo de oro
sobre tus leves alas!

VUELTA A LA PÁGINA PRINCIPAL