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Hernando de Acuña
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HERNANDO DE ACUÑA
(¿1520? - 1580)

Natural de Valladolid. Falleció en Granada. Además de gran poeta, fue un excelente hombre de armas. Combatió en Italia y Alemania. Fue coetáneo y amigo de Gracilazo de la Vega.

Como traductor nos dejó obras clásicas de los grandes escritores latinos e italianos, como las Heroidas, de Ovidio, Orlando el enamorado y el Caballero libertado, de Oliver Marche, en donde se nota la influencia de Virgilo e, incluso, de su amigo Gracilazo de la Vega.

Entre sus propias obras se destacan la Fábula de Narciso, la Contienda de Ayax y Telamonio y Ulises. Pero es más conocido por sus admirables sonetos, sus églogas y elegías, algunas de ellas dedicadas al Emperador Carlos V.


Índice:

-ELEGÍA A UNA PARTIDA
-GLOSAS DESTE VERSO: "QUIERO LO QUE NO HA DE SER"
-RESPUESTAS
-SONETO SOBRE LA RED DE AMOR
-SONETOS
-SONETOS EN PRISIÓN DE FRANCESES
-SONETO DE SILVANO A SU PASTORA SILVIA

CANTO DE SILVANO
-SONETO

-SILVANO A SILVIA
-SONETO
-QUEJAS DE AUSENCIA ENVIADAS A SU MUJER
-MADRIGALES A UNA SEÑORA

-A UN BUEN CABALLERO, Y MAL POETA: LA LIRA DE GRACILAZO

Elegía a una partida

Si el dolor de la muerte es tan crecido
que pueda compararse al que yo siento,
duélase el que nació de ser nacido.

Mas nunca pudo muerte al más contento
parecerle jamás tan cruda y fiera,
que iguale a mi dolor su sentimiento.

Muerte puede hacer que el cuerpo muera,
mas, cuando el amador de su bien parte,
el alma se divide, que era entera.

Antes la más perfeta y mejor parte
es la que en el poder ajeno queda,
que con su propia mano Amor la parte.

Pues ved cómo de vos partirme pueda,
que sois parte mayor del alma mía,
sin que el dolor al del morir preceda.

Ya se me representa el triste día
tan lleno de tiniebla, horror y espanto,
cuan ajeno de luz y de alegría.

Y pues de agora se comienza el llanto,
ved qué será en efeto la partida,
si sólo el esperalla duele tanto.

Será gran bien en pena tan crecida
que, pues partiendo de mi bien me alejo,
antes que parta el pie parta la vida.

Mas el injusto Amor, de quien me quejo,
permite, para daño más notable,
que deje, sin morir, el bien que dejo.

¡Oh fortuna envidiosa y variable,
que apenas vi mi bien ya desparece,
tanto te precias de tu ser mudable!

Aún bien no amaneció cuando anochece,
que en el bien que he tenido ser primero
su fin que su principio me parece.

Mas mi sustentamiento verdadero,
partiéndome de vos, por quien vivía,
es la esperanza de volver do espero.

Ni aunque me vaya donde nace el día
tendrá el sol rayo tan resplandeciente
que alumbre en su tiniebla el alma mía.

Otra alba han menester, otro orïente
mis ojos, que sin vos hallan escuro
del cielo el resplandor más excelente.

Y el bien que más deseo y más procuro
casi me ofende, que es dejarme veros,
visto a lo que partiendo me aventuro.

Y amenázame Amor con el perderos,
aunque mi corazón no lo consiente,
que desto se asegura con quereros.

Pero, señora, quien os ve presente
¿qué corazón tendrá para acordarse
que de esos ojos se ha de ver ausente,

y para ver la triste hora llegarse
en que los míos hayan de partirse
del bien de que no saben apartarse?

Si la pasión que desto ha de sentirse
es cierto que ha de ser conforme al daño,
harto se manifiesta sin decirse.

No digo la que siento en el engaño
de ser mi voluntad desconocida,
que éste es otro dolor nuevo y extraño:

ver que cosa de vos va tan sabida
no queráis por su nombre confesalla
por no la agradecer siendo creída;

que, aunque jamás yo supe declaralla,
sé que de vos por un igual se entiende
esto que digo y lo que el alma calla.

Mas lo que en mi partida ella pretende
y, en pago de su fe, por ella os pido,
si el pedillo, señora, no os ofende,

es sólo que a un querer tan conocido
le deis su nombre, y que no sea pagado
el jamás olvidaros con olvido,
ni con ese descuido mi cuidado.

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Glosas deste verso: "Quiero lo que no ha de ser"

1

Si medir yo mi deseo
con lo posible pudiera,
tan libre ahora me viera
cuan sin libertad me veo;
pero pasó mi querer
sin podelle detener,
tanto de lo que se espera
que, dejando lo que fuera,
quiero lo que no ha de ser.

El bien que basta querelle
para poder alcanzalle,
el que para en desealle
aún no llega a merecelle.
Así me lo dio a entender
Amor, que pudo hacer
poco todo lo posible,
por donde con fe inamovible
quiero lo que no ha de ser.

Merece ser condenado
por grosero el amador
que quiere cerrar a Amor
en término limitado;
y pues para su poder
mil ejemplos hacen ver
que es corto y estrecho el mundo,
yo, que en su valor me fundo,
quiero lo que no ha de ser.

Claro está que perdería
gran parte de su valor,
si se sujetase Amor
sólo a lo que ser podría.
Y no alcanzando a saber
a dónde llega un querer,
ni fuera vida el vivir
ni pudiera yo decir
quiero lo que no ha de ser.

Encierra un nuevo esperar
en sí la desconfianza,
y así no falta esperanza
cuando más viene a faltar;
y pues podella tener
disminuye el merecer
y la fe pierde su grado,
satisfecho de mi estado,
quiero lo que no ha de ser.


2

Si al sospechoso acrecientan
las sospechas que le dan,
certezas se le harán.
Es cosa en amor muy hecha,
donde no hay hora segura,
el venir siempre en figura
de verdad cualquier sospecha;
pero si el dolor estrecha
a quien sospechas le dan,
certezas se le harán.

Vienen con tal desatino
y es tal su naturaleza,
que de sospecha a certeza
no hay un hora de camino,
que al corazón adivino
males que nunca vendrán
certezas se le harán.

A la más adversa suerte
resiste un buen amador,
mas la fuerza de un temor
enflaquece lo más fuerte:
no le busquen otra muerte,
que, si sospechas le dan,
aquéllas le acabarán.

No se levantan del suelo
un dedo en su nacimiento,
y llegan en un momento
con las cabezas al cielo;
nacen de fuego y de yelo
y, en fin, del lugar do están
muy tarde o nunca se van.

Fuerzan a creer de hecho
cualquier manifiesto engaño,
y antes la mentira en daño
que la verdad en provecho.
Al entrar rompen el pecho,
si la entrada no les dan
para el corazón do van.

De cualquier ligero viento
suelen nacer y formarse,
y vienen luego a fundarse
sin tener más fundamento;
en llegando al pensamiento,
al corazón llegarán
y allí permanecerán.

Y, para que no se sientan,
nunca es parte la razón,
porque ellas el todo son
en el lugar donde asientan;
y si después se acrecientan
por mano de quien se dan,
juzgad el mal que harán.


3

Pues que no se ha de hacer
lo que mi querer desea,
quiero lo que no ha de ser,
quizá con no lo querer
posible será que sea.

Pues por derecho camino
pierdo siempre lo que espero,
ya, señora, lo que quiero
no querello determino.
Orden nueva ha de tener
el alma en lo que desea,
quiera lo que no ha de ser,
quizá con no lo querer
posible será que sea,

No hay bien que para alcanzalle
me haya bastado querelle
y, para luego perdelle,
basta sólo el desealle.
Y a quien ha de suceder
al revés cuanto desea,
quiera lo que no ha de ser,
quizá con no lo querer
posible será que sea.

Así, porque mi servicio
ante vos algo merezca,
procuraré que os parezca
el serviros deservicio;
y que mi extremo querer
no se reciba ni crea
sino por aborrecer,
por ver si podrá valer
para que lo que es no sea.

De lo que no os acordáis
será el olvido remedio,
y el callar tendré por medio
para que mi mal sepáis.
Apartaréme de os ver
para que mejor os vea,
y así probaré a hacer
que sepáis lo que es querer,
y que lo imposible sea.

De hoy más sirva la esperanza
sólo de desconfiar,
porque ya para esperar
quiero la desconfianza.
Ésta es la que ha de traer
al alma el bien que desea,
pues esperar y querer
cualquier bien que pueda ser
hacen que cierto no sea.

Para más presto llegar
alargaré mi camino,
usando del desatino
para poder atinar.
Así quiero pretender
que alguna señal se vea
del bien que no puedo haber,
y que lo que no ha de ser
por razón sin ella sea.

Para apartarme del daño
procuraré de dañarme,
y para desengañarme
entraré en mayor engaño.
No veré ni quiero ver
lo que más claro se vea,
ni querré lo que ha de ser,
pues que hace mi querer
que lo que ha de ser no sea.

Cuando viere en este mar
mayor peligro y más cierto,
apartaréme del puerto
para podelle tomar.
Y pues es claro de ver
que en atajar se rodea,
quiero lo que no ha de ser,
quizá con no lo querer
posible será que sea.

Así en figura mudado
será cuanto digo agora,
mas mí voluntad, señora,
no tiene mudable estado:
que dejaros de querer
no es posible que se vea
ni nadie lo espere ver,
porque nunca vendrá a ser
sino cuando yo no sea.


4

Zagala, di, ¿qué harás
cuando me verás partido?
-Carillo, quererte más
que en mi vida te he querido.

Dime, pues fortuna ordena
mi pasión y mi partida,
si será de ti sentida
parte alguna de mi pena;
o si no, siendo partido,
zagala, di, ¿qué harás?
-Carillo, quererte más
que en mi vida te he querido.

¡Oh, si, viéndome yo ausente
destos campos y ribera,
te fuese siempre, cual era,
mi pena y amor presente!
Mas temo que, con ser ido,
desto te disculparás.
-No, sino quererte he más
que en mi vida te he querido.

Fortuna tendrá poder
para apartarme de verte,
pero del bien de quererte
jamás lo podrá hacer;
mas tú, viéndome partido,
zagala, ¿qué sentirás?
-Carillo, quererte más
que en mi vida te he querido.

Dóblame el dolor que siento
de verme apartar de ti
el pensar que sólo en mí
se halla este sentimiento,
y que de verme partido
por ventura holgarás.
-No, sino quererte he más
que en mi vida te he querido.

¿Cómo estará asegurado
de tanto bien en ausencia
el que, muriendo en presencia,
temió de ser olvidado?
Temo que, en siendo partido,
por muerto me juzgarás.
-No, sino quererte he más
que en mi vida te he querido.

Mira que es grave el dolor
que me causa esta mudanza,
y que a débil esperanza
siempre la vence el temor;
y, siendo así, de tu olvido
¿qué seguridad me das?
-Carillo, quererte más
que en mi vida te he querido.

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Respuestas

1

Si confesar yo quererte
no te quita de fatiga,
Carillo, no sé qué diga
que baste a satisfacerte;
mas por ser tú endurecido
desto no me mudarás,
porque he de quererte más
que en mi vida te he querido.

Partiendo, no lleves miedo,
carillo, sólo de ti,
pues si tú partes sin mí,
también yo sin ti me quedo;
y, cuando fueres partido,
mira que dejas atrás
la que ha de quererte más
que en su vida te ha querido.

¿Qué mayor seguridad
quieres de lo que te toca
que verme a mí por mi boca
descubrir tan gran verdad?
Si hasta aquí no me has creído,
sé que en fin me creerás,
porque he de quererte más
que en mi vida te he querido.

Si lo que digo no fuese
verdad en el alma mía,
carillo, ¿quién me podría
forzar a que lo dijese?
Bien podrás tú ser partido,
mas de mí nunca sabrás
sino que te quiero más
que en mi vida te he querido.

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Soneto sobre la red de amor

Dígame quién lo sabe: ¿cómo es hecha
la red de Amor, que a tanta gente prende?
¿Y cómo, habiendo tanto que la tiende,
no está del tiempo ya rota o deshecha?

¿Y cómo es hecho el arco que Amor flecha,
pues hierro ni valor se le defiende?
¿Y cómo o dónde halla, o quién le vende,
de plomo, plata y oro tanta flecha?

Y si dicen que es niño, ¿cómo viene
a vencer los gigantes? Y si es ciego,
¿cómo toma al tirar cierta la mira?

Y si, como se escribe, siempre tiene
en una mano el arco, en otra el fuego,
¿cómo tiende la red y cómo tira?

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Sonetos

1

De amor se hace, y por él mesmo es hecha
la red de amor que a tanta gente prende,
y como la refuerza el que la tiende,
no está ni puede estar rota o deshecha.

Hermosura es el arco que Amor flecha,
del cual ninguna fuerza se defiende,
y el gusto humano es quien le da y le vende
de diversos metales tanta flecha.

Nace niño, y por horas crece y viene
a ser más que gigante y, siendo ciego,
vuélvese un Argos al tomar la mira

y un mostruo tan extraño, que, aunque tiene
en una mano el arco, en otra el fuego,
con mil tiende la red y con mil tira.


2

La red de amor, pues por Amor es hecha,
no es de maravillar si a tantos prende
ni que, pues él la coge y él la tiende,
la guarde sin estar rota o deshecha;

ni que, del arco que Amor hace y flecha,
trabaje en vano aquél que se defiende,
ni que se engañe quien le da y le vende,
mirando y deseando, tanta flecha.

Es niño y vence, porque él solo viene
a poder lo imposible, tal que ciego
muy cierta, sin mirar, toma la mira,

y nos hace sentir que a un tiempo tiene
las manos en el arco y en el fuego,
y prende con la red, y abrasa y tira.


3

La red de amor es invisible y hecha
de suerte que, sin verse, enlaza y prende,
y de valerle tanto al que la tiende
procede el nunca estar rota o deshecha.

Deleite forja el arco que Amor flecha,
del cual nuestro valor mal se defiende,
y el flaco natural le da y le vende,
para daño del mundo, tanta flecha.

Amor es fuerza indómita, aunque viene
en figura de niño, y aunque es ciego,
sola su voluntad es punto y mira;

y así, pudiendo cuanto quiere, tiene
en una mano el arco, en otra el fuego,
cuando tiende la red y cuando tira.


4

Cuando era nuevo el mundo y producía
gentes, como salvajes, indiscretas,
y el cielo dio furor a los poetas
y el canto con que el vulgo los seguía,

fingieron dios a Amor, y que tenía
por armas fuego, red, arco y saetas,
porque las fieras gentes no sujetas
se allanasen al trato y compañía;

después, viniendo a más razón los hombres,
los que fueron más sabios y constantes
al Amor figuraron niño y ciego,

para mostrar que dél y destos hombres
les viene por herencia a los amantes
simpleza, ceguedad, desasosiego.


5

De oliva y verde yedra coronado,
cuando el rayo del sol es más caliente,
vueltos los ojos a una clara fuente,
y al pie de un alto pino recostado,

sin acuerdo de sí ni del ganado,
que de pacer dejaba al son que siente,
así soltó la voz süavemente
de amores un pastor apasionado:

«Las ondas cesarán del mar profundo,
por altas cumbres subirán los ríos,
sin hoja verde nos vendrá el verano

y escuro hará el sol antes el mundo
que, aunque refuerce Amor los males míos,
a Silvia deje de adorar Silvano».


6

Como vemos que un río mansamente,
por do no halla estorbo, sin sonido,
sigue su natural curso seguido
tal, que aun apenas murmurar se siente;

pero, si topa algún inconveniente,
rompe con fuerza y pasa con ruïdo
tanto, que de muy lejos es sentido
el alto y gran rumor de la corriente;

por sosegado curso semejante
fueron un tiempo mis alegres días,
sin que queja o pasión de mí se oyese;

mas como se me puso Amor delante
la gran corriente de las ansias mías,
fue fuerza que en el mundo se sintiese.


7

Pastora en quien mostrar quiso natura,
a la miseria deste bajo suelo,
la más cierta señal del bien del cielo
y un claro sol en la tiniebla escura,

si pastoral ingenio a tanta altura
pudiese levantar su corto vuelo,
que cantase Damón cuánto consuelo
es verte y no te ver cuál desventura,

desde el un polo al otro se sabría
que no yo solo, mas cualquier que ausente
de tu presencia vive, oh Galatea,

debe sentir la mesma pasión mía,
pues sola en ti se halla juntamente
cuanto bien se procura y se desea.


8

Mientras amor con deleitoso engaño
daba color a la esperanza mía,
el seso, lo mejor que él entendía,
declarar procuró mi mal extraño.

Pero ya que llegar a ser tamaño
le vio, y que iba creciendo cada día,
dejó la menos necesaria vía
por más considerar el propio daño.

Desde allí, va en silencio y noche escura,
con mil acuerdos de mi bien pasado
y del presente mal, paso mi vida,

que en tal extremo está de desventura,
que, si hay firmeza en miserable estado,
ni puedo ya subir ni dar caída.


9

Nunca me vi tan solo ni apartado,
que lo pudiese estar de un pensamiento
que me renueva el doloroso cuento
de mi estado presente y del pasado;

do Amor, por verme siempre lastimado
con apariencias de contentamiento,
modera su rigor, y luego siento
con esperanza mi temor mezclado.

Entran luego los dos en su porfía,
donde en fin el temor vence la prueba
y pierde la esperanza mal fundada.

En esto estoy mil veces cada día,
y siempre el mesmo caso me renueva
tristes congojas y, pasión doblada.


10

Vivir, señora, quien os vio, sin veros,
no es por virtud ni fuerza de la vida,
que, en partiendo de vos, fuera perdida,
si el dejaros de ver fuese perderos;

mas de tanto valor es el quereros,
que, teniéndoos el alma en sí esculpida,
de su vista y memoria, que no olvida,
ninguna novedad basta a moveros.

Así, aunque lejos de vuestra presencia,
vos sola me estaréis siempre presente
y no me faltaréis hora ninguna,

sin que puedan tenerme un punto ausente
el áspero desdén, la cruda ausencia,
nueva llaga de amor, tiempo o fortuna.

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Sonetos en prisión de franceses

1

Como el poderos ver, señora mía,
me sustentaba sin usar de otra arte,
cuando en segura y reposada parte
Fortuna tanto bien me concedía;

así, después que por contraria vía
volvió su rueda, y con el fiero Marte,
sin que cese su furia ni se aparte
de mí, los dos me dañan a porfía,

ni su poder ni la prisión francesa,
do por nuevo camino me han traído,
privarán de su bien mi pensamiento;

con que no sólo ningún mal me pesa,
mas aun, señora, viéndome perdido,
conozco que lo estoy, y no lo siento.


2

Lo que es mortal padece esta prisión,
que lo inmortal, señora, está en la vuestra;
ésta tiene de mí sola la muestra,
la vuestra tiene el alma y corazón.

Por donde yo no hallo por razón
que a Fortuna llamar deba siniestra,
pues ella me guió con mano diestra
a veros y a sufrir por vos pasión.

Así de todo el mal en que me ha puesto,
cuando pienso este bien en que me puso,
no sólo le perdono su mudanza,

pero aun no estando satisfecha desto,
de cualquier otro mal también la excuso.
salvándose de veros mi esperanza.


3

Cuando contemplo el triste estado mío
y se me acuerda mi dichoso estado,
hallo mi ser en todo tan trocado,
que pensar tuve bien es desvarío.

Con mi memoria por mi mal porfío,
pues, si no es esperanza en bien pasado,
y en ella con razón fui confiado,
con muy mayor agora desconfío.

Ausencia, de pasiones madre y fuente
junta con el temor de vuestro olvido,
del cual aun en presencia me temía,

hacen con fuerza del dolor presente
parecerme, según ya estoy perdido,
que ni fue ni vi entonces lo que vía.

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Soneto de Silvano a su pastora Silvia

Cuando la alegre y dulce primavera
a partir sus riquezas comenzaba,
y de los verdes campos desterraba
aquella estéril sequedad primera,

un pastor triste y solo en la ribera
de Tesín gravemente sospiraba,
y vi que en un alto olmo que allí estaba
con un hierro escribió desta manera:

«Si, de amor libre, por aquí pasare
acaso algún pastor, cualquier que fuere,
huya desta ribera y deste llano,

que, cuando más sin pena se hallare,
si a Silvia la cruel pastora viere,
por ella morirá como Silvano.

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Canto de Silvano

A la sazón que se nos muestra llena
la tierra de cien mil varias colores,
y comienza su llanto Filomena;

cuando, partido Amor en mil amores,
produce en todo corazón humano
como en la tierra el tiempo nuevas flores;

al pie de un monte, en un florido llano,
a la sombra de una haya en la verdura.
cantaba triste su dolor Silvano,

y asegundaba voz en su tristura
el agua que bajaba con sonido
de una fuente que nace en el altura.

Pastor en todo el valle conocido,
a quien la musa pastoral ha dado
un estilo en cantar dulce y subido.

Después que su zampoña hubo templado,
dijo, como si viera ante sus ojos
a aquélla por quien vive apasionado:

«Silvia cruel, pues que de mis enojos
el número mayor más te contenta,
y es tuya la vitoria y los despojos,

muévete al menos a tomar en cuenta
aquella voluntad tan conocida
con que sufro el dolor que me atormenta.

No sé por qué de ti ya no es creída,
si no porque de grande es increíble
y tú, enemiga, de ti poseída.

¡Oh, si me fuese ahora tan posible
acabar ante ti por contentarte,
como vivir sin ti me es imposible!

En pago de aquel tiempo que en mirarte
gasté contento, cuando no mostrabas
como huelgas ahora de alejarte,

Silvia cruel, que verte me dejabas,
porque venido al tiempo de no verte
me viese cual tú verme procurabas,

si del atrevimiento de quererte
merecí pena, ya la padecía,
que bastaba perderme sin perderte.

Acuérdome de un tiempo que solía
contar Silvano el triste sus pasiones,
y Silvia la cruel se las oía.

Acuérdome que mis toscas razones
hallaban en tu pecho acogimiento,
si hallaban también contradicciones.

Acuérdome también que mi sustento
era tu vista y desto se holgaba
quien huelga ahora de mi perdimiento.

¡Quién me dijera, cuando yo te daba
cuenta tan larga de las ansias mías,
que desventura tal se me guardaba!

¡Quién me dijera, Silvia, que encubrías,
so color de dolerte, la crueza
que al fin acabará mis tristes días!

No pienses que tendrá ya tu fiereza
lugar en mí do pueda ejecutarse,
que la fuerza que viste es ya flaqueza.

Mi vida es la que gana en acabarse,
tú sola perderás en que se acabe,
que yo no pierdo sino en dilatarse.

Este alto monte, que mis ansias sabe,
por mi contino canto doloroso
sabe la crueldad que en Silvia cabe.

Y al son que hacen triste, y tan lloroso,
las ninfas del Tesín en su ribera,
responden las del Po, claro y famoso.

Deste llano, do siempre primavera
hallaban los pastores y el ganado,
hora huye y se aparta toda fiera.

Sólo Silvano, el triste desdichado,
a llorar su dolor y desventura
quedó, como en desierto, desterrado.

¡Cuán diferente ya en esta pastura
de aquél que ahora soy me vi cantando,
no versos de dolor ni de tristura,

sino de tal sujeto que, en tocando,
la rústica zampoña resonaba
mi suerte y tus bellezas alabando!

Y de las dos riberas se juntaba
la más sentida parte de pastores,
que, estimando mi canto, me escuchaban.

Allí los más penados amadores
a cantar comenzaban dulcemente
en amoroso verso sus dolores.

De sombra en sombra, de una en otra fuente,
en loar cada cual a su pastora,
procuraba mostrarse más valiente.

Donde no se pasó jamás un hora
que tu precioso nombre no se oyese,
tu nombre, Silvia, por quien muero agora.

Ni pienso que algún olmo o salce hubiese,
do escrita de mi mano por tu gloria
parte de tu valor no se leyese.

Con esta simple pastoral historia
procuraba dejar en estos llanos
inmortal para siempre tu memoria.

Porque del bien de nuestra edad ufanos
pudiesen en el tiempo venidero
gozarse los pastores comarcanos.

Entonces tuve vida, ahora muero;
entonces, Silvia, no menospreciabas
a tu pastor Silvano, aunque grosero;

entonces vi que no te desdeñabas
de alegrar con tu vista estas riberas,
sin mostrar que de verme te enojabas.

Gozábamos tu vista, tus maneras,
tu habla, tus graciosos movimientos
para hacer mil almas prisioneras.

Y todas mis congojas y tormentos
con tu presencia así se deshacían
como la niebla con furiosos vientos.

Cuando estos campos tanto bien tenían,
los árboles, las flores y los prados
de granizo ni piedra no temían.

Todos los frutos por aquí sembrados
se vían de hora en hora levantarse
como por mano de natura alzados,

y todas estas yerbas alegrarse,
como se ven ahora, no te viendo,
antes de tiempo y sin sazón secarse.

Pero cual yo te vi flores cogiendo
por estos campos es para sentirse
sólo en el alma, y voylo yo diciendo.

Al aire esos cabellos vi esparcirse,
en mil ñudos al aire esos cabellos,
y luego de una nube el sol cubrirse

de corrimiento y pura envidia dellos,
hasta que tú, porque él se descubriese,
tornabas a encubrillos y cogellos.

Si con el bien perdido se perdiese
la memoria que vive tan dañosa,
aún pienso triste que vivir pudiese;

pero con ella en ansia congojosa
pasaré con dolor lo que me queda,
que es poco, desta vida trabajosa.

Volvió Fortuna su mudable rueda
porque en estado triste y miserable
quejarme siempre sin valerme pueda.

Y tú, Silvia cruel, fuiste mudable
con quien tuvo y tendrá siempre contigo
una fe y un amor tan entrañable.

Pues si tal crueldad usas comigo,
procurar, siendo tuyo, de acabarme,
¿qué más puede esperar un enemigo?

En comenzando tú a desampararme,
me faltó todo bien y la esperanza
que en algún tiempo no solía faltarme.

Has mudado mi ser con tu mudanza,
y sola una señal no me dejaste
de bien en que tuviese confianza.

Y pienso que, de ver que no acabaste
esta sombra que queda de la vida,
aún no juzgas mi mal tanto que baste.

Pues aunque tu belleza es tan subida,
no soy tal, si lo miras, que merezca
que de mí te desprecies ser querida.

Ni tan disforme soy que, do se ofrezca
mostrarme con pastores mis iguales,
no pueda parecer, y no parezca.

Y tú mesma de nuestros mayorales
siempre viste tenerse y estimarse
Silvano, el que ahora muere, y no le vales;

pues de lo que un pastor debe preciarse,
en nuestro valle ningún otro veo
que de mí le hayas visto aventajarse.

Mi canto ya le oíste, y yo no creo
que pudiera de ti ser más loada
la musa de Damón y Alfesibeo.

Mas triste, sin ventura, todo es nada:
¿qué vale fe en amor, ni partes buenas,
a pastor cuya vida es malhadada?

Antes ayudan a doblar las penas,
que tanto más las siente el que padece,
cuanto más le debieran ser ajenas.

Porque al pastor que menos lo merece
la Fortuna cruel se muestra amiga,
y al que merece más desfavorece.

No sé, Silvia, qué piense o qué me diga,
sino que ya no espero que se amanse
tu enojo ni que menos me persiga.

Mis días hacia el fin vuelan y vanse,
y pienso serán antes consumidos
que vea un hora sola en que descanse.

¡Oh, si ahora mis versos doloridos
con este triste son se levantasen
y pudiesen llegar a tus oídos!

Que ya que tu dureza no ablandasen,
yo sé que de mi mal alguna parte
que negar no pudieses te mostrasen;

no porque vayan guarnecidos de arte,
sino por ser el cuento simple y puro
del dolor que comigo Amor reparte.

Versos movieron corazón muy duro,
mas es el tuvo duro en tal extremo,
que ni lo espero ya ni lo procuro,

ni busco otro remedio, antes lo temo,
pues sale de mis ojos siempre un río
que pasa por la llama en que me quemo;

y ni el gran fuego al triste llanto mío
disminuye el humor que le sustenta,
ni decrece el ardor por agua o frío.

Y si pena mayor quieres que sienta,
o mayor puede ser, mándalo luego,
que cosa no querrás que no consienta.

Mas mira el triste llanto y vivo fuego
que me consume y arde, y verás claro
que no puedo pasar de donde llego,

que ni a pastor jamás costó tan caro
amar pastora, ni la quiso tanto,
ni se vio perdición tan sin reparo».

Aquí llegó Silvano con su canto,
dando por fuerza de pasión tamaña
fin a los versos y principio al llanto.

Eco, del centro de la gran montaña,
resuena en su favor, ya por costumbre,
con temerosa voz, triste y extraña.

Mas como Febo, con su clara lumbre,
acabó de encubrirse y esconderse,
desamparando ya toda alta cumbre,

y se alegraba Endimión de verse
cercano de gozar su bien tamaño,
comenzó el pastor triste a recogerse,
llevando a la majada su rebaño.

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Soneto

La grave enfermedad que en Silvia vía
lloraba triste su pastor Silvano,
cuando, mirando en la siniestra mano,
le vio un agudo hierro que tenía,

así diciendo: «De la furia mía
guárdese todo corazón humano».
¿Y qué hará con gesto alegre y sano
la que doliente y tal esto hacía?

Mostró que, pues peligro descubierto
tan claro desengaña al que le viere,
huyan todos la muerte conocida,

porque el daño mayor está encubierto,
que el triste que a quererla se atreviere
harto más aventura que la vida.

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Silvano a Silvia

A Silvia la crüel salud envía
Silvano el triste, de quién él la espera,
que habella de otra parte desconfía.

Yo quisiera hacerte, si pudiera,
esta mi carta alegre o menos triste,
mas salióme por fuerza verdadera.

En ella te verás cual siempre fuiste,
soberbia vencedora de un vencido
que no se defendió ni se resiste.

Y a mí me verás tal, y tan perdido,
como tú mesma desear podrías,
que es cuanto puede ser encarecido.

Verás aquellos tan sabrosos días,
que con tu voluntad gocé de verte,
vueltos en ansias y en congojas mías.

Temo contar mi dolorosa suerte
que sé que a cada paso deste cuento
he de topar mil veces con mi muerte.

Y aunque palabra para sentimiento
de tan creidos males no hay ninguna,
lo que puedo diré de lo que siento.

Bien sé que el triste canto te importuna,
porque ya con mi suerte le ha mudado
de alegre en doloroso mi fortuna.

El doloroso verso enamorado,
que un tiempo tus oídos deleitaba,
en triste y enojoso se ha trocado.

Entonces que mi vista te gozaba,
con que tú me mirases, o mirarte,
toda amorosa queja se templaba.

Pero ya con el vano imaginarte,
¿de qué sustentaré mi triste vida,
buscándote mis ojos sin hallarte?

Nunca sentí tal pena que, medida
con la gloria de verte, no la viese
menor mil veces, aunque muy crecida.

Ni tormento sufrí que Amor me diese
que, pensando en el bien de tu presencia,
aunque fuese mortal, yo le temiese.

Mas ¡oh dura, cruel, grave sentencia
de Amor y mi fortuna, que han querido
que sufra un cuerpo de su alma ausencia!

¡Cuánto más sano y cuán mejor partido
me fuera el acabar, que tú lo vieras!
Mas porque fuera lo mejor, no ha sido.

Entonces a lo menos me creyeras
ni hubieras visto lo que me decías:
que nunca fue mi mal pena de veras,

y que eran de obstinado mis porfías,
y que por mi placer te importunaba,
buscando de enojarte nuevas vías.

Si penaba de veras o burlaba,
puédeslo ver en lo que paso ahora,
que el fin por el principio se mostraba.

Si padecer un mal que no mejora,
ni espera mejorar de ningún arte,
ni siente de descanso sola un hora;

si en ausencia quererte y contemplarte,
si tener en el alma tu figura,
y sólo al corazón dar della parte;

si en tan grave pasión y desventura
sumarse mi remedio y mi consuelo
en ver o imaginar tu hermosura

y, para mayor daño y desconsuelo,
tener Amor en mí la entrada cierta
al dolor miserable del recelo;

si haber cerrado a todo bien la puerta,
y abrirla a todo mal de la manera
que Amor por acabarme lo concierta,

no son de mi congoja lastimera
para poderla ver ciertas señales,
¿cuáles serán de pena verdadera?

Pero las mías, aunque son mortales,
bien sé que no podrán satisfacerte,
porque a tu voluntad no son iguales.

Así jamás espero de tenerte,
por males que padezca, satisfecha,
aunque morir me vieses por quererte.

Mas esta vía he de seguir derecha
por no faltarme a mí de lo que debo,
que contigo bien sé que no aprovecha.

Por presupuesto ya en mis males llevo
que ni en mí el padecer es cosa nueva,
ni en ti no conocerlo es caso nuevo.

No tengo para qué hacer más prueba,
que ya tu voluntad está probada,
pues que por ella tanto mal se aprueba.

De mi vida presente y la pasada
quedará para ti sabrosa historia
del alma por mi mano trasladada.

De mis penas tendrás dulce memoria,
y en la diversidad de cada una
diversamente te verás en gloria.

Holgarás con Amor y con Fortuna,
que con tu voluntad se han concertado,
y en todos tres la voluntad es una.

Verás los dos para lo que han bastado;
verás también a lo que tú bastaste,
que pudiste acabar lo comenzado;

verás cumplido cuanto procuraste,
y más se cumplirá si más procuras,
que en mí no tiene tu querer contraste.

Disparates los llamas y locuras,
mas, ¡oh, cuán diferente es el juicio
del que se halla envuelto en desventuras!

Tú en lastimarme seguirás tu oficio,
yo en padecer seguiré siempre el mío,
que efetos son los dos de tu servicio.

Y si mis quejas a escribir porfío,
no es ya porque yo espere de ablandarte,
que esperallo sería un desvarío,

ni porque piense que la menor parte
del mal que hasta ahora he padecido
pueda mi bajo estilo declararte:

que en uno será siempre lo que ha sido,
y en otro yo sé bien si faltaría
el más delgado estilo y más subido.

Mas movióme a escribirte el ansia mía,
ver que descanso en cosa no hallaba,
y probéle a buscar por esta vía.

Hame salido lo que yo esperaba,
que en tales esperanzas no me engaño,
aunque del mal forzado lo probaba;

mas aunque su dolor grave y extraño
sojuzga ya del todo el sufrimiento,
pido que crezca en mí, si puede, el daño,
pues con él crece tu contentamiento.

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Soneto

Estas palabras de su Silvia cruda
puso Silvano en esta haya umbrosa:
«Silvia, do vemos de cruel y hermosa
tales extremos que el mayor se duda,

conociendo mi mal y que su ayuda
es sola en mi remedio poderosa,
mírame y de cruel en piadosa
muestra querer mudarse, y no se muda.

Con tales muestras me sostiene en vida,
hasta que muerte o más dichoso hado
me aparten del Tesín y su ribera.

Y si esto puede una piedad fingida,
considera, pastor enamorado,
lo que podría hacer la verdadera».

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Quejas de ausencia enviadas a su mujer

No sé por qué culpa o yerro,
señora, me desterraron,
mas sé que me condenaron
más a muerte que a destierro
cuando de vos me apartaron;
que en ser de vos apartado,
mi temor y mi cuidado,
mi tristeza y mi pasión
serán sin limitación,
aunque el tiempo es limitado.

No me puede el tiempo dar
alivio con limitarse,
pues el mal que ha de pasarse
puede también acabar
la vida como acabarse;
ni sin vos podré tener
sino siempre que temer
entretanto que no os viere,
porque, aunque veros espere,
en fin esperar no es ver.

Bien sé que algunos dijeron
que nuestra imaginación
hace caso, y lo escribieron,
mas no entiendo en qué razón
se fundan, si lo creyeron;
pues, si pudiera traeros
a mis ojos el quereros
con el siempre imaginaros,
ni me faltara el miraros
ni me matara el no veros.

Verdad es que en esta ausencia,
puesto que el alma suspira,
siempre os tiene en su presencia,
y los ojos con que os mira
son de mayor excelencia:
porque os miran, siendo ausente,
tan firme y seguramente,
que de poderos mirar
jamás los podrá apartar
ausencia ni otro acidente.

Mas los míos que os miraban
y mirándoos, conocían
el regalo en que vivían,
el bien que en veros gozaban
y el que partiendo perdían,
no tienen más que perder:
pues no veros es no ver,
sólo les queda esperar
que, volviéndoos a mirar,
vuelvan a cobrar su ser.

Y si fuere del temor
esta esperanza vencida,
mi memoria, que no olvida,
defenderá del dolor,
en vuestra ausencia, la vida;
que aunque el continuo acordarme
no puede ni basta a darme
consuelo ni bien entero,
en falta del verdadero
éste no puede faltarme.

Porque tan aceto ha sido
en el alma este cuidado,
que fue, en habiéndoos mirado,
de mi memoria el olvido
para siempre desterrado;
la cual del bien que tenía
dio al juicio, en aquel día
la parte que en él cupiese,
para que lo más creyese,
pues lo menos entendía.

Así en esto convinieron
memoria y entendimiento,
uno y otro tan contento,
que con vos sola tuvieron
cumplido contentamiento;
y su acordar y entender
pudieron luego mover
a la voluntad que fuera
sola en esto, y la primera
cuando lo pudiera ser.

No es dudosa esta verdad
ni flaco su fundamento,
pues os dan seguridad
memoria y entendimiento
juntos con la voluntad;
los cuales de tal manera
se conforman en que os quiera,
que, según todos declaran,
a quereros me forzaran
si de grado no os quisiera.

Aunque no fuera el forzarme
por el usado camino
por donde solían llevarme
Amor y mi desatino,
sin poder yo remediarme;
do, si tuve algún poder,
faltóme en ello el saber,
pero sé que, aunque supiera
valerme, no lo hiciera
ni lo quisiera hacer.

Mas ya sé, ya puedo y quiero
seguir la más sana vía,
pues por la que antes seguía
he visto el despeñadero
con la claridad del día:
ya me espinan los abrojos,
ya el sol alumbra mis ojos,
que estuvieron deslumbrados,
y pasaron mis cuidados,
que no fueron sino antojos.

Amo ya seguramente
sin duda de ser pagado,
imagino el mal pasado,
considero el bien presente,
y así es el gusto doblado:
con aquél sentí tormento,
con éste, en contentamiento
me voy siempre mejorado;
del uno quedo burlado,
y del otro, más contento.

Hizo Amor del yelo y fuego
süave y dulce templanza,
de mi temor esperanza,
de mi cuidado sosiego,
de su tempestad bonanza.
Ya no sólo me aseguro
de Amor, pero dél procuro
llegar a mayor extremo,
como quien a vela y remo
navega su mar seguro.

Y, si otro tiempo aprobaba
cosas dél que agora niego,
ya vio por milagro el ciego,
pues yo, de donde llegaba,
pude volver donde llego,
que es donde he descubierto
el pasado desconcierto,
y me ha dado el desengaño
de tanta fortuna y daño
seguridad en su puerto.

Vos, señora, sois y fuistes
de todo este bien la guía,
y al peligro en que me vía,
cuando vos me socorristes,
tal socorro convenía.
Así, en cuanto digo y hago,
so tan corto que no os pago,
que, aunque basta y aprovecha
para estar vos satisfecha,
a mí no me satisfago.

Esto solo os debe dar
alguna satisfación,
que en el alma y corazón
tenéis, señora, el lugar
que se os debe por razón;
aunque por la parte humana,
que es también sincera y sana,
pierden y están mis sentidos
en esta ausencia perdidos
donde sola el alma gana.

Estas dos partes, señora,
que el alma y sentidos fueron,
aunque siempre difirieron,
en quereros nunca un hora
discordes jamás se vieron;
y, si estarlo parecía
sobre cuál más os quería,
quedaban, hecha su cuenta,
cada cual dellas contenta
con el bien que le cabía.

Mas las dos han ya venido
en caso tan desigual,
que tiene la principal
el bien que siempre ha tenido,
y la otra sólo el mal;
porque el destierro y ausencia
no quitan su preeminencia
de veros a la mayor,
y hay de vos a la menor
mil leguas de diferencia.

Y así me aparta el remedio
Fortuna, que me destierra
de la paz a tanta guerra,
do mi vista tenga en medio
tanta distancia de tierra,
que, aunque el tiempo da y consiente
esperanzas al doliente,
hace el temor no sentir,
del bien que está por venir,
alivio en el mal presente.

Y, aunque es alguno pensar
en volveros presto a ver,
he ya llegado a saber
que no esfuerza el esperar
cuanto desmaya el temer.
Y en ausencia, este consuelo
llega helado más que el yelo
y deshácese en un hora,
que en este estado, señora,
mucho más puede el recelo.

Y así parte tan caída
nunca mejora aunque espere,
que, si el bien se le difiere,
resiste poco la vida
a mal que tan recio hiere.
Mas haga el cielo que os vea
quien tanto veros desea,
pues sin esto no hay consuelo,
ni sin vos en este suelo
para mí bien que lo sea.

Vuele el tiempo como puede,
y con tal fuerza lo haga,
que en esto me satisfaga,
pues de su tardar procede
todo el dolor de la llaga:
porque estos ojos y oídos,
privados y distraídos
de todo el bien que desean,
hasta que os oyan y vean
no se llamarán sentidos.

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Madrigales a una señora

1

En un contino llanto
hasta acabar la vida,
¿quién no murió de ver vuestra partida?

Y es muy poca señal de mal tan fuerte
tal pérdida llorada,
pues con el postrer daño, que es la muerte,
aun no fuera igualada.

Sólo puede igualarle mi quedada,
pues siendo vos partida,
quedé yo sin el alma y sin la vida.


2

En el tiempo, señora, que encubría
lo que publico agora,
no tuve de descanso sola un hora.
Lo que sentía me forzó a quejarme,
y quedo más quejoso,
porque lo que busqué para aliviarme
me da menos reposo;
y pues todo camino es tan dañoso,
yo tomo por mejor
dejarme en vuestra mano y la de Amor.


Epitafio puesto en un retrato de una señora

El que ensalzar procura su sentido
y de toda bajeza libre verse,
el que más sin remedio está perdido
y cobrarse quisiere con perderse,
y el que busca el deseo bien cumplido
y extremo que no pueda merecerse,
de gracia, de valor y hermosura
reposen, en mirando esta figura.

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A un buen caballero, y mal poeta, la lira de Gracilazo contrahecha

De vuestra torpe lira
ofende tanto el son, que en un momento
mueve al discreto a ira
y a descontentamiento,
y vos sólo, señor, quedáis contento.

Yo en ásperas montañas
no dudo que tal canto endureciese
las fieras alimañas,
o a risa las moviese
si natura el reír les concediese.

Y cuanto habéis cantado
es para echar las aves de su nido,
y el fiero Marte airado,
mirándoos, se ha reído
de veros tras Apolo andar perdido.

¡Ay de los capitanes
en las sublimes ruedas colocados,
aunque sean alemanes,
si para ser loados
fueran a vuestra musa encomendados!

Mas ¡ay, señor, de aquélla
cuya beldad de vos fuere cantada!,
que vos daréis con ella
do verse sepultada
tuviese por mejor que ser loada.

Que vuestra musa sola
basta a secar del campo la verdura,
y al lirio y la vïola,
do hay tanta hermosura,
estragar la color y la frescura.

Triste de aquel cautivo
que a escucharos, señor, es condenado
que está muriendo vivo
de versos enfadado,
y a decir que son buenos es forzado.

Por vos, como solía,
no reprehende Apolo ni corrige
la mala poesía,
ni las plumas rige,
pues la vuestra anda sola y nos aflige.

Por vuestra cruda mano
aquella triste tradución furiosa
no tiene hueso sano,
y vive sospechosa
que aun vida le daréis más trabajosa.

Por vos la docta musa
no da favor a nadie con que cante,
y mil querellas usa
con un llanto abundante,
mas nunca escarmentáis para adelante.

A vos es vuestro amigo
grave, si no os alaba, y enojoso,
y si verdad os digo,
daisme por ambicioso,
por hombre que no entiende o sospechoso.

Si yo poeta fuera,
viendo la cosa ya rota y perdida,
a Apolo le escribiera,
pues que de sí se olvida,
que reforme su casa o la despida.

Que no ha sido engendrada
la poesía de la dura tierra,
para que sea tratada
como enemigo en guerra
de quien se muestra amigo y la destierra.

Ella anda temerosa
con sobrada razón, y tan cobarde,
que aun quejarse no osa,
ni halla quien la guarde
de que en vuestro poder no haga alarde.

Y estáis os alegrando,
el pecho contra Apolo empedernido,
y a su pesar cantando,
de que él está sentido
y el coro de las musas muy corrido.

Por ley es condenado
cualquier que ocupa posesión ajena,
y es muy averiguado
que con trabajo y pena
el oro no se saca do no hay vena.

Pues ¿qué podrá decirse
de quien de versos llenos de aspereza
no quiere arrepentirse,
y para tal dureza
anda sacando fuerzas de flaqueza?

Señor, unos dejaron
fama en el mundo por lo que escribieron,
y de otros se burlaron,
que, en obras que hicieron,
ajeno parecer nunca admitieron.

Palabras aplicadas
podrían ser éstas a vuestra escritura,
pero no señaladas,
porque es en piedra dura,
y ya vuestro escribir no tiene cura.

Mas digo finalmente,
aunque decirlo es ya cosa excusada,
que no hagáis la gente
de vos maravillada,
juntando mal la pluma con la espada.

Mueran luego a la hora
las públicas estancias y secretas,
y no queráis agora
que vuestras imperfetas
obras y rudo estilo a los poetas

den inmortal materia
para cantar, en verso lamentable,
las faltas y miseria
de estilo tan culpable,
digno que no sin risa dél se habla.

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