Justo Sierra
(México)
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Su biografía Sección de Poemas



Los Poetas
En esta página encontrarás el índice completo de poetas.

 Humberto C. Garza



Justo Sierra

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JUSTO SIERRA (1848-1912)
Justo Sierra Méndez nació en el puerto de Campeche, estado de
Campeche, el 26 de enero de 1848. Fue hijo del abogado yucateco
don Justo Sierra O'Reilly, (1814 - 1861), eminente jurisconsulto,
novelista, historiador y escritor, y de doña Concepción Méndez.
Principió sus estudios en la ciudad de Mérida, estado de Yucatán
y los terminó en México a donde se trasladó su familia a la
muerte de su padre, en el Liceo franco-mexicano, y más tarde
en el Colegio de San Ildefonso, donde realizó brillantes estudios
y se reveló su vocación literaria. Se recibió de abogado en 1871.
Publicó sus primeros ensayos literarios a partir de 1868, y poco
después entró en la vida pública. Probó suerte en el drama con
su obra "Piedad" y en la novela con "El ángel del provenir".
Fue varias veces diputado al Congreso de la Unión,
y magistrado de la Suprema Corte de Justicia. Se da a conocer
en 1868 con "Playera" y las "Conversaciones del domingo" que
aparecen en El Monitor Republicano. Ocupó durante algunos años
la cátedra de Historia en la Escuela Nacional Preparatoria, para
la que escribió un libro de texto bien conocido. Fue uno d los
directores de la Revista Nacional de letras y Ciencias (1889-1890)
y colaboró en las principales publicaciones periódicas de su tiempo.
Ejerció una influencia muy grande en los medios intelectuales
y una vez muerto Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893), fue
el maestro que orientó a las nuevas generaciones. En la
antigua Secretaría de Justicia e Instrucción Pública y Bellas
Artes (1905) fue nombrado titular de ella, cargo que desempeñó
hasta 1911, cuando fue designado Ministro Plenipotenciario de
España. A él se debió el establecimiento del primer sistema
de educación pública en México, y la reorganización de la
Universidad Nacional (1910). Dirigió la publicación de
México, su evolución social (1900 -1902) y de la Antología
del Centenario (1910). Presidió la Academia Mexicana
correspondiente de la Española desde 1919. Murió en
Madrid el 13 de septiembre de 1912. Su cadáver fue traído
a México y sepultado con grandes honores públicos.
En el primer centenario de su nacimiento la Universidad
le declaró Maestro de América y sus restos fueron
trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres.
La obra de Justo Sierra es una de las más ricas y
caudalosas de su tiempo. Registra las manifestaciones
espirituales y culturales más significativas de la época
de grandes cambios que le tocó vivir. Narraciones, poesías,
discursos, doctrinas políticas y educativas, viajes, ensayos
críticos e historia, forman el valioso material de la obra
de Sierra. Se reúne con los poetas de la Revista Azul y de la
Revista Moderna e influye en sus discípulos como Urbina,
González Obregón, Urueta. Comenzó a escribir poesía desde
1868, ésta, el teatro y la prosa narrativa, son obras
de su juventud; la historia y la educación de su madurez;
el periodismo político y la prosa literaria, ejercicio
constante a lo largo de toda su vida.





PLAYERA

Baje a la playa la dulce niña,
perlas hermosas buscaré,
deje que el agua durmiendo ciña
con sus cristales su blanco pie . . .

Venga la niña risueña y pura,
el mar su encanto reflejará
y mientras llega la noche oscura
cosas de amores le contará.

Cuando en levante despunte el día
verá las nubes blanco tul
- como los cisnes de la bahía -
rizar serenos el cielo azul.

Enlazaremos a las palmeras
la suave hamaca y en su vaivén
las horas tristes irán ligeras
y sueños de oro vendrán también.

Y si la luna sobre las olas 
tiende de plata bello cendal,
oirá la niña mis barcarolas
al son del remo que hiende el mar,

mientras la noche prende en sus velos
broches de perlas y de rubí,
y exhalaciones cruzan los cielos
lágrimas de oro sobre el zafir!

El mar velado con tenue bruma
te dará su hálito arrullador,
que bien merece besos de espuma
la concha nácar, nido de amor.

Ya la marea, niña, comienza, 
ven que ya sopla tibio terral,
ven y careyes tendrá tu trenza
y tu albo cuello rojo coral.

La dulce niña bajó temblando,
bañó en el agua su blanco pie,
después, cuando ella se fue llorando,
dentro las olas perlas hallé.



Funeral Bucólico

Su esfera de cristal la luna apaga
En la pálida niebla de la aurora
Y la brisa del mar fresca y sonora
Entre los pinos de la costa vaga.

Aquí murió de amor en hora aciaga
Mirtilo, y bala su rebaño; llora
La primavera y le tributa Flora
Rústico incienso cuyo olor embriaga.

Allí la pira está; doliente y grave 
Danza emprenden en torno los pastores
Coronados de cipo y de verbena;

La selva plañe con murmurio suave
Y yace, de Mirtilo entre las flores,
Oliendo a mil aún la dulce avena.

II

Mas llegan los pastores en bandadas
Al reír la mañana en el Oriente;
Mezclan su voz al cántico doliente
Y se abren las violas perfumadas.

Ya se tornan guirnaldas animadas
Las danzas ; ya las mueve ritmo ardiente
Al que hacen coro en la vecina fuente
Faunos lascivos y risueños driadas.

Vibra Febo su dardo de diamante;
El baile raudo gira, el seno opreso
De las pastoras rompe en delirante 

Grito de amor que llena el aire en ceso.
Mirtilo, el boquirrubio, en ese instante
Vuelto habría a la vida con un beso.


III

Ünese a los sollozos convulsivos
De los abiertos labios, el sonoro
Choque, ya recogen el caliente lloro
Las rojas bocas en los ojos vivos.

¡Homenaje a Mirtilo! ¿Cómo esquivos
podrían ser sus manes a ese coro?
Al soplo del amor y en barca de oro
Su alma huía los cármenes nativos.

Las tazas nuevas en que hierve pura
La leche vierten del redondo seno
A torrentes su nítida blancura.

Sobre el fúnebre altar de aromas lleno
El fuego borda al fin la pira oscura
Y asciende el sol en el zafir sereno.

IV

Crece la hoguera, muerde con enojo
Las ramas cuya esencia bebe el viento
Y el baile muere al exhalar su aliento 
La última llama en el postrer abrojo.

En un vaso de arcilla negro y rojo,
Recogen las cenizas al momento
Los pastores y en tosco monumento
Guardan píos el mísero despojo.

Duerme Mirtilo; floresta Umbría
Que en tu sepulcro abandonado vierte
Su inefable y serena poesía,

No olvidará tu dolorosa suerte:
Ni de tu amor la efímera elegía,
Ni tus bodas eternas con la muerte.



Tres Cruces

I Leónidas

Murieron, su deber quedó cumplido;
Mas del paso del bárbaro monarca
Guardaron las Termópilas la marca
Clavando en una cruz al gran vencido.

Cadáver que bien pronto ha repartido
A jirones el viento en la comarca
Y en cuyo pecho roto por la Parca
El águila del Etna hace su nido.

La sangre de Leónidas que gotea
En la urna de bronce de la historia,
A todo pueblo en lucho por su idea

Ungirá con el crisma de la gloria,
Como a Esparta en el día de Platea
Al compás del peal de la victoria.

II Espartaco

De los buitres festín los gladiadores
Y harto de sangre el legionario, al frente
De las enseñas tórnase impaciente
A Roma, Craso, en pos de sus lictores.

De la matanza envuelto en los vapores 
Yace Espartaco de la cruz pendiente;
Y es su can de combate solamente
Testigo de sus últimos dolores.

Sobre aquella pasión callada y tierna
Lenta cae la noche hora tras hora;
Cuando la sombra por el mar se interna

Y el lampo matinallas cimas dora,
La cruz se yergue oscura, pero eterna
En el vago apoteosis de la aurora.

III Jesús

En la cruz del helénico guerrero
La Patria , santo amor, nos ilumina;
La libertad albea matutina
Del tracio esclavo en el suplicio fiero.

Uno hay mayor del Gólgota el madero;
Porque en el ser de paz que allí se inclina
El alma en sus anhelos se adivina
Que está crucificado en el hombre entero.

De esas tres hostias de una gran creencia,
Sólo Jesús resucitó y alcanza 
Culto en la cruz, señal de su existencia.

Es que nos ha dejado su enseñanza,
Un mundo de dolor en la conciencia
Y en el cielo una sombra de esperanza.